Dijo una vez Paul Gauguin, pintor posimpresionista (1848-1903): «No necesitas ninguna escuela. La escuela es la naturaleza». El filme «Séraphine» de Martín Provost distingue ese contenido sobre la vida artística de Séraphine Louis, pintora de la corriente Naif, ingenua; o más bien primitivismo, como expresó el marchante y crítico de arte Wilhelm Uhde, personaje caracterizado por Ulrich Tukur en dicha película.
Los Naif son artistas autodidactas que realizan su obra bajo una intuición espontánea, no son académicos. Elementos como la perspectiva, las proporciones de objetos y cuerpo humano les son indiferentes. Están cargados más bien de fantasía y emoción, sus pinturas son detallistas, pulcras, líricas, simulando a veces el desprejuicio de la pintura infantil.
Como típica película francesa o mayormente de Francia hacia el norte de Europa, posee escenas lentas, sin diálogos, donde el silencio, la imagen o gestos de las actuaciones hablan. Nunca se hace tediosa, aquí más bien esa lentitud agrada.
La dirección artística es formidable entre los colores fríos, el claro oscuro o penumbras de algunos espacios de interiores. Toda una maestría en ello y en la fotografía.
Genial es la manera primitiva como Séraphine elabora sus pinturas, todo como su gran secreto, en una mujer supuestamente ignorante del conocimiento intelectual del arte, pero con la mejor sabiduría de la naturaleza al tocar con amor los árboles, abrigar el viento, hablar con el agua y los insectos para quitar la tristeza, demostrando tener una gran sensibilidad y captación de la aflicción humana.
El destello de su alma hace que ella despliegue un torrente de formas y colores en contra de la pobreza en que vive, desarrollando una obra maravillosa y realizando un cántico religioso al casi terminar la obra, donde expresa: «La pintura se ama de otra manera».
Udeh al descubrir la gran artista que es, la saca del anonimato y de su oficio de servicio y lavandera.
El otro drama es el de su lucha y entrega al arte, en su ternura e ingenua espiritualidad, donde tiene lucubraciones y voces de ángeles o el brillo celestial guía lo que debe pintar, hasta que llega a la locura inminente accionada por su decepción, al no lograr el gran sueño y ofrecimiento de exponer en París junto a Rousseau, Picasso, Braque y otros grandes, debido a la gran crisis europea del momento.
Todas estas características las logra el filme de Provost. No en vano obtuvo 7 premios César (Oscar del cine francés), incluido el premio a Yolande Moreau por su actuación, que nos llena de ternura, preocupación y es cautivante de principio a fin. El guion es consistente. Y el final del filme, en un plano general, es como ver una pintura impresionista que se mueve donde Séraphine disfruta de la creación divina, aún en su lamentable locura. Así que, arte y vida se conjugan en esta obra cinematográfica con ese equilibrio que debe existir entre espíritu y materia.
Autor:
HENRY LARA CASTELLANO
Artista Plástico. Licenciatura en Educación (Arte) Universidad Simón Rodríguez. TSU en Diseño Civil (Instituto Universitario de Tecnología Región Capital) 1989. Realizó estudios de Arte Puro en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas (Caracas). Estudios en talleres de cine del CONAC y Laboratorio Abigaíl Rojas (años 80). Artículos de Arte, en la Sección de Cultural de la Revista Sambil 2006 al 2010, Artículos en la Revista de Cine “Moviola” y “Cinerama”, Ilustrador y artículos en el diario dominical del diario “Ultimas Noticias” 1990-1994. Profesor de Dibujo Analítico e Historia del Arte en diversas instituciones de Diseño en Caracas (Años 90).
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La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. Iribarren Films, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.