ISABEL CAROTO: «El cine me buscó a mí»


El cine y sus protagonistas (2016)

Se ha dicho muchas veces que las mujeres tienen una sensibilidad especial para el cine. Realizadoras, actrices, directoras de fotografía, productoras, difusoras, editoras, guionistas, etc., conforman una larga lista de mujeres cineastas. Sin embargo, muy pocas veces conocemos personas que desempeñen muchos roles dentro de la actividad cinematográfica. Para orgullo de Lara, en Barquisimeto contamos con una mujer polifacética y de una pasión tal que la convierten en una cineasta en el más amplio sentido de la palabra. Estamos hablando de Isabel Caroto.  

Isabel, eres egresada de la UCAB en letras y luego, entiendo, hiciste posgrado en cine y televisión. ¿Qué te llevo a dedicarte al cine? 
Fue una pasión que fue creciendo porque yo no busqué el cine, el cine me buscó a mí. Y se fue dando como por etapas en mi vida que yo considero azarosas y que marcaron definitivamente mi rumbo. Me encantaba la monumentalidad de esas imágenes que se me metían en el alma cada vez que iba al cine. Esa atracción me llevó a querer estudiar comunicación, porque no había para ese entonces ofertas académicas de realización cinematográfica pero no fui aceptada en la UCAB por la demanda y decidí estudiar letras -carrera que jamás había tenido como posibilidad- pero que después comprendí me permitiría tener una mejor formación para escribir guiones cinematográficos. El azar me llevó hasta allí. Mi segundo momento fue encontrar de manera casual unos estudios de especialización en cine y televisión que dictaba la Universidad José María Vargas. Enseguida me inscribí y allí conocí a profesores maravillosos y a quien sería después mi esposo Luis Girón. Quien sin duda alguna fue mi mentor y hasta providencial su aparición en mi vida. Ya él había fundado la escuela y al mudarme a Barquisimeto sus ideas también se hicieron las mías y juntos con un equipo maravilloso empezamos a escribir este pedacito de historia del cine en Lara. 

Se necesita mucha pasión para hacer todo lo que haces. Eres realizadora, docente y estás al frente del Festival de Cine de Barquisimeto. ¿Qué cosas relevantes nos puedes contar de cada faceta desempeñada? 
Si, pasión y voluntad inquebrantables. Han sido muchos los tropiezos pero cada faceta la disfruto enormemente sobre todo la de docente. Me nutro de la experiencia de los jóvenes, vibro con sus inquietudes y deseos. Enseñar es un trabajo que implica mucha responsabilidad porque uno es ejemplo ante ellos y cuando impartes materias que tienen que ver con lo creativo es mayor la exigencia porque debes facilitar conocimiento y a la vez infundirles mucha seguridad en lo valiosas que pueden ser sus ideas. Como realizadora aún creo que me falta mucho porque creo en la práctica y estudio constantes como secreto del éxito y las otras actividades me quitan tiempo para dedicarme exclusivamente a la realización. Es una faceta maravillosa y compleja porque te permite expresarte de otra manera, más íntima, más humana y más libre. Pero si el universo lo permite quiero el próximo año hacer algunos trabajos que he postergado. Y como organizadora del festival, siento cada vez mayor responsabilidad porque ya tiene doce años y la meta es que continúe por muchos años. No soy yo sola, hay todo un quipo valioso que ha estado conmigo prácticamente todas las ediciones -y aunque mucha gente maravillosa se ha tenido que ir- queda una generación de relevo enamorada de este proyecto que queremos mejorar cada vez más para convertirlo en referencia nacional y en un evento emblemático de la ciudad. No es fácil combinar las tres facetas -y otras- pero la vida ha sido generosa conmigo desde ese punto de vista y todas me producen felicidad. Estas facetas las combino también con la de pintar, que es una pasión recién descubierta que me encanta, con la de servir a la ciudad en lo que me necesite, como parte del Consejo Consultivo de la ciudad de Barquisimeto, como Coordinadora del Sistema Nacional de Festivales y Muestras de Cine en Venezuela y como una de las Directoras de la Fundación Larense para las Artes. 

Te especializas en la escritura de guiones como materia de enseñanza. De acuerdo a tu experiencia, ¿qué aspectos son más difíciles de enseñar y aprender con relación a la escritura de guiones? 
Definitivamente el espíritu que subyace en las historias. Tanto el que corresponde a la historia en si, como al desarrollo dramático de los personajes. Quizá podríamos definirlo como la atmósfera, esa especie de magia que no solo tiene que ver con ambos elementos historia y personaje sino con ese tema que se conecta contigo de manera definitiva. Es lo que está fuera de la historia y que por supuesto se complementa con una excelente dirección. 


Como realizadora te iniciaste escribiendo y dirigiendo Amábilis, una producción larense, y más reciente fuiste asistente de dirección en Carga Sellada de Julia Vargas, un filme boliviano hecho en coproducción con Venezuela y otros países. Como resultado de ambas experiencias, ¿qué aspectos consideras fundamentales debe tomar en cuenta en la actualidad un realizador para enfrentar un proyecto audiovisual? 
Aspectos a tomar en cuenta específicamente como realizador es el equipo de trabajo. Creo que es fundamental. Debes conformar un equipo que trabaje en sintonía con tus sueños y con tus deseos. Debes conocerlo, hacerlo parte de tu proyecto desde la idea hasta la puesta en escena. El cine como trabajo creativo y además colectivo, puede ser una experiencia maravillosa y en otros casos convertirse en un viacrucis. Por supuesto hay otros aspectos como el financiero pero el realizador le deja al productor ejecutivo esa enorme carga que significa conseguir los recursos completos para culminar la película. Enfrentarse a un proyecto audiovisual sin los recursos completos puede significar la ruina del director, de su equipo y de la película. 

El Festival de Cine de Barquisimeto es uno de los más antiguos del país. En la actualidad se celebran muchos festivales y muestras de cine. Con tantos eventos, ¿hacia dónde crees debe ser encausado el esfuerzo de estas actividades, más allá de promover y valorar la producción cinematográfica en Venezuela? 
A impulsar la formación cinematográfica por un lado y a motivar un mayor crecimiento de espectadores. Existen pocas escuelas de formación en el país y estos eventos han incentivado de alguna manera el interés de muchos jóvenes en incursionar en la realización cinematográfica. Mi experiencia en Lara me confirma que los festivales pueden ser plataformas importantes de impulso para lo académico. Hace años era impensable tener en las regiones directores, productores o guionistas reconocidos impartiendo talleres. Los festivales han llenado ese vacío y han estrechado esa brecha entre los hacedores de cine y las nuevas generaciones. También los festivales han permitido que la gente acceda a su cine, a sus creadores y lo sienta cercano. En consecuencia lo aprende a valorar, y lo incentiva a participar. Por ejemplo, en el recién finalizado festival lo experimenté y me emocionaba ver a la gente por ejemplo, acercándose a Miguel Ferrari para felicitarlo y para darle la bienvenida a la ciudad. Me pareció hermosísima esa conexión entre un hacedor de cine y sus espectadores. 

Finalmente, tú y tu esposo, Luis Girón, llevan muchos años trabajando en pro del desarrollo del cine larense. ¿Qué nuevos proyectos tienen en mente y cómo ves el futuro del cine en nuestra región? 
Proyectos siempre tenemos en mente, unos factibles otros no tanto. Pero soñar es parte de nuestra experiencia de vida, es nuestro oxígeno. Todo el equipo que conforma el CIECA está en constante innovación y en primera instancia nuestros proyectos siempre están enfocados en mejorar la escuela y ampliar su oferta académica. Asimismo, queremos -a pesar de la actual coyuntura económica- fortalecer el área de producción y desarrollar proyectos en el área de innovación tecnológica así como fortalecer el festival con otras propuestas programáticas. Sobre el futuro del cine en Lara, yo siempre soy optimista. Si bien enfrentamos una crisis que frena el desarrollo de nuevas iniciativas poco a poco se ha ido gestando un movimiento que no existía hace años. Queda mucho por hacer, mucho por enfrentar y mucho por labrar pero cada vez más hay más gente que quiere hacer cine, que cree en el cine como herramienta transformadora. Lara tiene talento humano excepcional y en ellos está depositada mi esperanza y mi certeza.

Entrevista: 
Guillermo Chávez 
Fotos cortesía de: 
Isabel Caroto 
Autor: 
Ramón Méndez

La escena del jardín de Roundhay


Louis Aimé Augustin Le Prince es considerado por muchos historiadores como el verdadero inventor del cine, realizando sus primeras imágenes en movimiento en octubre del año 1888, en la obra titulada La escena del jardín de Roundhay de apenas dos segundos de duración, con la ayuda de una lente única y una película de papel.


Con La escena del jardín de Roundhay, y poco después con El Puente de Leeds Le Prince se adelantó varios años a otros nombres ilustres como Thomas Edison, que realizó su primera película en 1891 o los hermanos Lumière, que hicieron lo propio en 1892. Por desgracia Le Prince nunca fue capaz de realizar una representación pública en Estados Unidos, porque desapareció misteriosamente en un tren que unía Dijon y París el 16 de septiembre de 1890, sin que su cuerpo o su equipaje fueran encontrados. 
Le Prince creció en un estudio de un amigo de su padre, el pionero de la fotografía Louis Jacques Mandé Daguerre, de quien el joven Le Prince recibió lecciones relacionadas con la fotografía y la química. Su formación pasó a incluir sus estudios de pintura en París, y su posgrado en química en la Universidad de Leipzig, que le proporcionó el conocimiento académico que iba a utilizar en el futuro. 
En 1866 se mudó a Leeds (Reino Unido) donde años después pone en funcionamiento una escuela de arte aplicada que recibió el nombre de Leeds Technical School of Art y se hizo famoso por su trabajo con la fijación de fotografías de color sobre el metal y la cerámica.
En 1881 Le Prince fue a los Estados Unidos, allí construyó una cámara que utilizaba dieciséis lentes, siendo ésta su primera invención que fue patentada. A pesar de que la cámara era capaz de capturar movimientos, no tuvo éxito, ya que cada lente captaba el movimiento de un punto de vista diferente, y la imagen proyectada no salía exactamente como se esperaba. 
De vuelta a Leeds en mayo de 1887, Le Prince construyó y patentó una lente de cámara, que fue usada por primera vez el 14 de octubre de 1888 para filmar lo que acabaría conociéndose como La escena del jardín de Roundhay, la que probablemente sea la primera secuencia de imágenes en movimiento filmada en toda la historia. Después, Le Prince usaría la patente para filmar los tranvías eléctricos, los carros a caballo y a los peatones en El Puente de Leeds. Estos trabajos fueron luego proyectados en una tela en Leeds, convirtiéndose en las primeras exhibiciones de imágenes en movimiento. 
Fuente/Autor: 
Cine Magistral
Wikipedia
con cambios en el texto original 
bajo Licencia Creative Commons

1er Encuentro Nacional de Cineclubes

    
   La Red de Cineclubes de Caracas organiza el Primer Encuentro Nacional de Cineclubes que se realiza en las instalaciones del INCES ubicado en la Parroquia Caricuao de la ciudad de Caracas. Esta iniciativa tiene como objetivo fundamental propiciar la participación y articulación de los diferentes centros de cultura cinematográfica (cineclubes) de todas las regiones del país, a objeto de intercambiar experiencias, necesidades y propuestas que sirvan para el diseño de programas, proyectos y acciones a corto, mediano y largo plazo, y que apuesten a la formación de un gran movimiento nacional de cineclubes. 
    Se trata de un esfuerzo que busca en articulación con la comunidad cinematográfica, la plataforma del cine y las instituciones públicas vinculadas al quehacer cultural y educativo del país, seguir contribuyendo a hacer del cine venezolano una referencia nacional e internacional, para lo cual es fundamental lograr la incorporación de cada vez más jóvenes para juntos promover un plan intensivo de consolidación y formación de nuevos cineclubes vinculados a los concejos comunales, comunas, liceos, universidades, centros de trabajo y grupos sociales en el interés de velar por la defensa y preservación del patrimonio cultural de nuestro pueblo, su identidad, idiosincrasia y un sistema de valores que se correspondan a una cultura de la paz y al ejercicio pleno de la democracia participativa y protagónica.
Fuente: 
William Santana 
Coordinador de la Red de Cineclubes de Caracas
Red Nacional de Cine 

Anécdota imposible en Lo imposible


Cuando yo era chamo, en un San Felipe muy tranquilo de mi tranquilo y casi bucólico estado Yaracuy (bastante distintos a los actuales, por cierto) había en la sexta avenida con calle 11 un cine llamado Tropical, que tenía techo hasta la mitad de la sala y la pantalla estaba al aire libre. Recuerdo que al proyeccionista del Tropical lo llamaban con un sobrenombre: Capirulo. 
Una de las características del Tropical era que pasaba las películas más viejas que llegaban a la ciudad, lo que hacía que las cintas tuvieran algo dañadas las ranuras de transporte, por lo que la cremallera del proyector algunas veces trababa la película que -al estar en contacto con la lámpara de proyección- se quemaba, lo cual era perfectamente visible en la pantalla. 
Lo cierto era que cada uno de estos accidentes se los cobraba el público a Capirulo, haciendo especial énfasis en el recordatorio de su progenitora. Éste, que ya conocía a todos los asistentes al cine, solía identificar a sus agresores verbales y, desde arriba en su cuartucho de proyección, profería, a su vez, amenazas con nombre y apellido, lo que traía como consecuencia que los nombrados salieran casi al presentir la aparición de la palabra FIN o la frase THE END en la pantalla.

Todo, todo... muy a lo Cinema Paradiso. 

Y si llegaron hasta aquí con la lectura, sin fastidiarse, les comunico que recientemente (1), nada más y nada menos que en Box Cinema, del Centro Comercial Babilon en Barquisimeto me sucedió esta imposible experiencia viendo justamente Lo imposible, la película sobre el tsunami tailandés de 2004, protagonizada magistralmente por Naomi Watts. 
Fue toda una sorpresa ver la película detenida y la inconfundible imagen en pantalla de la cinta fundida por el intenso calor de la lámpara del proyector... y de repente: la obscuridad total de la sala. Volví muchos años atrás y casi por reflejo que grito: «Capirulo... c. de tu m.». No creo que el proyeccionista de esta sala de Box Cinema se sepa mi nombre. 

LA PELÍCULA
Es poco lo que puedo decir. «Lo imposible» es una película de desastres... con todos los ingredientes de una película de desastres: la fortaleza de algunos seres humanos; las debilidades, flaquezas y miserias de otros y, al final, la enseñanza moral que nos hace creer en el futuro. Ésta no abandona ese molde. Destacan, eso sí, la actuación de Naomi Watts, inmensa -al punto que opaca totalmente a Ewan McGregor- y los impresionantes efectos especiales, que son la carta de Hollywood para apostar al atractivo de las carteleras.

(1) Texto original publicado en febrero de 2013

Autor:
DOUGLAS JIMÉNEZ

Matemático, profesor universitario y experto en calentar butacas de salas cinematográficas; actividad algo disminuida en beneficio de los medios magnéticos. El cine como afición algo viciosa. 

Fuente: 

La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. Iribarren Films, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.

ANDREA RÍOS: «Para mí ser una cineasta va más allá de ser artista»


El cine y sus protagonistas (2016)
Luego del éxito logrado con Una mirada al mar en salas comerciales y la televisión nacional, regresa con una nueva producción cinematográfica la cineasta venezolana Andrea Rios. Próxima a estrenar su segundo largometraje, Azul como el cielo, Iribarren Films ha querido conversar con esta realizadora larense sobre distintos aspecto de su trabajo. 
Eres egresada de la Universidad Central de Venezuela en la especialidad de cine. ¿Qué te motivó a estudiar cine y qué significado tiene para ti, en este momento, ser una cineasta con una trayectoria ya definida? 
Recuerdo la primera película que me impactó y fue El Muro de Alan Parker. Estaba en primaria en el Instituto Inmaculada Concepción y fuimos juntas compañeras de salón y de otros colegios. A muchas no le gustó, quizás por prurito o porque no la entendieron. En todo caso a mi me fascinó. Luego otra que vimos juntas fue Nueve semanas y media y La última tentación de Cristo. Allí comencé a decidirme a estudiar Cine. 
Para mí ser una cineasta vas más allá de ser artista; tiene que ver con estar al servicio del público, estar en conexión con ese espectador imaginario o modelo que menciona Umberto Eco. El cineasta tiene que pensar en el público al que quiere llegar si pretende ser entendido. 
Cada proyecto cinematográfico es una nueva experiencia y un nuevo aprendizaje. ¿Qué aprendizaje te dejó Una mirada al mar y qué nuevas experiencias positivas tienes con tu segunda película Azul como el cielo
Una mirada al mar tiene su particularidad, fue y es un proyecto de la Villa del Cine. Me contrataron para dirigir una película con un guión que había escrito María Nela Alas y trabajamos a tres manos la versión final. Frank Baiz Quevedo y yo terminamos el guión final. Dicho esto, la Villa ofreció todo su equipo de planta y yo escogí a la directora de actores infantiles, Roxana Fernández, y al resto del elenco. Con «Azul como el cielo» las decisiones las tomábamos en conjunto con Javier Beltrán. El proyecto fue aprobado por el CNAC con la producción de Sudameris Cinema y en coproducción con Adolfo López y mi persona. Con Una mirada al mar aprendí a trabajar con un equipo totalmente nuevo para mí y un gran número de personas que hicieron posible el proyecto en ocho semanas de rodaje. Les agradezco a Lorena Almarza y Marco Mundarain el haber confiado en mí plenamente para llevar a feliz término la película; también a José Antonio Varela por el apoyo recibido desde la fase final de posproducción hasta su estreno. Retomando, esa experiencia tanto en la ejecución como en el planteamiento estético de la película me sirvió para Azul como el cielo; claro, la película es distinta, son proyectos diferentes. Cada una tiene su particularidad y búsqueda específica.   
    

Has tenido la oportunidad de trabajar con actores profesionales y no actores. ¿Cómo ha sido esa experiencia? ¿Qué nos puedes comentar con relación a tu fórmula para lograr la mejor interpretación posible de unos y otros? 
He trabajado con ambos tipos de actores desde mi primer trabajo cinematográfico. Fórmulas para dirigir actores hay muchas, no puedes quedarte con una sola escuela. En «Azul» trabajé con Carolina Riveros porque trabajar con actores «no actores» adolescentes si era mi primera experiencia, anteriormente lo había hecho con niños y niñas. Lo lúdico es la clave para el actor. Retornar y retomar lo lúdico con lucidez. Ese es el clic. Ensayo dirigido junto a improvisaciones dirigidas. Relacionamientos entre ellos y el equipo para observar cómo se comportan fuera del espacio del ensayo. 
En un artículo para La Mirada de HAL dabas tus recomendaciones con relación a la escritura de guiones. Si tuvieras que dar una recomendación única e importante, como en aquella escena de la película Adaptation donde Brian Cox (Robert McKee) le da consejos a Nicolas Cage (Charlie Kaufman) porque tiene problemas para escribir un guion; ¿cuál sería? 
En realidad Robert Mckee lo dijo todo en esa escena. En lo personal creo que siempre hay momentos difíciles a la hora de escribir cualquier punto del guión. Creo que la investigación de campo es crucial para el desarrollo de toda la historia. La escena crisis y clímax como la inicial y la final son importantísimas. Insisto, haz una buena y exhaustiva investigación de tu historia y personajes; allí encontrarán las respuestas. 
Como comentabas, en tu primer largometraje la historia original fue escrita por María Nela Alas y en Azul como el cielo el guion lo escribiste tú. ¿Cómo te sientes en el rol de guionista, es decir, lo asumes cómo una especialidad? ¿Podrías escribir guiones para otros realizadores o solo escribes para ti misma? 
Siempre lo he asumido como una especialidad. Me han propuesto escribir para otros pero aún no se ha concretado. 
  

Perteneces a la nueva generación de cineastas que está retomando las salas de cine del país con nuevas producciones, variadas temáticas y un deseo de encontrarse con ese público que hizo de nuestro cine un boom en tiempos pasados. Desde tu punto de vista, ¿cuáles son los retos que debe asumir tu generación para lograr un crecimiento sostenido de nuestro cine? 
Estudiar y prepararse continuamente en todas las áreas. 
Eres larense y vives en Barquisimeto, sin embargo, has producido tus películas en otras partes del país. ¿Te has planteado la posibilidad de hacer en el futuro una película en nuestra región? 
¡Claro! Vamos a ver si se da. 
Estas a punto de estrenar tu segundo largometraje, ¿Cuáles son tus expectativas con relación a la película? ¿Con qué se va encontrar el público al ver Azul como el cielo?
Todas y ninguna. La película una vez proyectada ya no le pertenece al autor. Y bueno, me gustaría que el público fuera receptivo. Pero la polémica también es buena. 
Con respecto a la interrogante final, se van a encontrar más con una pregunta que con una respuesta. Es un drama y una comedia a la vez, esperemos que nuestro público se apropie de la película.

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Entrevista: 
Guillermo Chávez 
Fotos cortesía de:
Andrea Ríos
Autora: 
Carolina Valecillos

Donde la palabra carece de sentido


Del cine tradicional se apoderó un terror al vacío: que no ocurra nada frente a cámara, que nadie hable en escena. Abundan los filmes parlanchines y de acción. Personajes acontecidos que hablan mucho sobre lo que les acontece. Estamos tan ansiosos de «contar(nos)»; que pareciera que hemos olvidado que el cine es la extraña pero fantástica unión, de imágenes y sonido. Lo que no implica, siempre y porque sí, acciones y palabras.
Pero existe otro cine. Uno poblado de seres a los que poco les pasa y que han perdido la capacidad de expresarse. Un cine donde la palabra carece de sentido, pues es sólo comentario; donde nuestras acciones no impactan, más allá de nuestra desvanecida subjetividad. Ese cine observa con distancia a sus personajes, imposibilitado de penetrar en sus pensamientos y nos muestra un mundo desolado. Por eso es un cine que no le teme al vacío: al vacío del espacio, donde nada se acciona; ni al vacío que produce el silencio. Es un cine desolado, deshabitado. Como son las ciudades, cuando las observamos con detenimiento. 
En ese otro cine se inscribe el filme de Lorenzo Vigas. Una cotidiana historia entre un hombre solterón, incapaz de relacionarse con el exterior más allá de la contemplación; y un joven deseoso de ser visto y quizá hasta de ser amado. Y desde esa contemplación de su protagonista, Vigas construye el relato con base en ausencias. Una cámara casi siempre frontal y fija, que rehuye del primer plano; diálogos mínimos, como si no hubiese la posibilidad de explicar nada; ausencia del personaje en cuadro, dejándonos en el espacio que una vez ocupó; falta total de música extradiegética y un uso parco de los recursos de montaje: corte franco y directo. Esta parquedad también tiene su expresión en la narración. Poco sabemos del pasado de Armando y Elder; y nada importan sus futuros. Asistimos tan sólo a los pocos momentos del (des)encuentro entre ambos. Es, como su título indica, una mirada desde allá. Desde las afueras de la acción; afuera de los personajes que poco hacen, porque dejan que la vida les haga; más allá de las palabras, que han perdido sentido. 
Pero contradictoriamente, la poca intervención del director, que está situado allá y desde allá es que mira a esos seres, a esa ciudad, y a esa extraña forma de relacionarnos que algunos seres tenemos; se hace una intervención potente, una presencia constante, como el mirón que está detrás de la puerta, aunque nosotros no lo sepamos. Mientras sus personajes desaparecen y cumplen el sueño de varios personajes literarios; Vigas le grita al espectador: «Aquí estoy», «Soy el mirón que todos quieren ser». «Soy el escritor que se esconde detrás de Bernardo Soares, Rosario Girondo, o el desnombrado K». 
Sin embargo, una se alegra de ver propuestas como ésta, arriesgadas. Pero también se preocupa al ver que la fórmula se repite cada vez más. Y así como estamos saturados de los manidos códigos del cine tradicional; quizá pronto se nos haga cansino ver como este otro cine va repitiéndose, más allá de sus autores y procedencias. 
Nota al pie 
No me dejan de asombrar, los títulos internacionales del filme: Caracas, eine Liebe (Caracas, un amor en alemán), o Les amants de Caracas (Los amantes de Caracas en francés), o Ti Guardo (Te miro en italiano, quizá el más cercano al título original). No porque la historia no tenga un «amor» entre sus redes; o porque no esté presente la relación homosexual entre los protagonistas; sino más bien, por la comercialización internacional que de nuestras obras premiadas en los últimos años se ha hecho. Cuando veo estos títulos y recuerdo que Azul y no tan rosa (Miguel Ferrari) se llama en inglés My straight son (Mi hijo heterosexual, algo que contradice totalmente lo que para esta servidora es el espíritu del filme); me entra una urticaria al pensar que desde allá anden pensando, que «al fin» hemos salido del clóset de la moralidad y las moralinas. Cuando nuestra cinematografía, con excepciones que siempre confirmarán la regla, ha abordado éste y otros temas, con honestidad y un alma descarnada. Como homenaje, sólo voy a citar a Walerstein. 
Ficha técnica 
Desde allá, Lorenzo Vigas, Venezuela-México, 2015. Guión: Lorenzo Vigas; basado en una historia de Lorenzo Vigas y Guillermo Arriaga; Producción Ejecutiva: Edgar Ramírez, Gabriel Ripstein; Producción: Lorenzo Vigas, Guillermo Arriaga, Rodolfo Cova, Michel Franco; Dirección de Fotografía: Sergio Armstrong; Edición: Isabela Monteiro de Castro; Actúan: Alfredo Castro y Luis Silva. Sobre el director. Vigas nació en Mérida (Venezuela) en 1967. Es hijo del pinto pintor Oswaldo Vigas. Se graduó de biología molecular en los Estados Unidos, y fue solo cuando iba a cumplir 30 años que decidió estudiar cine en la Universidad de Nueva York. Trabajó en Bolívar Films, Cinesa y en México; haciendo documentales y cuñas de publicidad, hasta que dirigió su primer corto Los elefantes nunca olvidan, que fue presentado en Cannes en 2004. También dirigió el documental El Vendedor de Orquídeas, aún por estrenar.

Autora:
PATRICIA KAISER

guionkaiser@gmail.com 
elojodelpezglobo.blogspot.com

Docente, investigadora y crítico audiovisual. Especialista en Gestión y Desarrollo de Proyectos y Emprendimientos Audiovisuales. Como gerente cutural ha trabajado en la Cinemateca Nacional, Amazonia Films, CNAC y Villa del Cine. Actualmente es docente en UNEARTE.

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La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. Iribarren Films, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.

MUESTRA REGIONAL DE CINE GUARO


  La Red Estadal Popular de Cine y Audiovisual de Lara con el apoyo del Gabinete de Cultura del Estado Lara a través de su plataforma de Cine y Audiovisual organiza la primera edición de la Muestra Regional de Cine Guaro. Esta iniciativa, llevada adelante por los miembros de la Red de Cine: CIECA, Dirección de Cultura UCLA, Iribarren Films, Festival de Cine de Barquisimeto, Cineclub Charles Chaplin, Cineclub Aquiles Nazoa, Cineclub Itinerante Nerio Castejón, salas comunitarias, cineclubes universitarios, realizadores y difusores independientes, busca acercar al público larense a su cinematografía. La Muestra pretende llegar a todas las comunidades del estado Lara y mostrar un sinnúmero de producciones hechas por realizadores larenses o ligados de alguna manera a Lara. 



  Esta primera edición se inaugurará el 25 de octubre en el Auditorio Ambrosio Oropeza de la UCLA, a partir de las 6:00 pm, con un evento especial donde se exhibirán «Guerra de Vargas y Morillo» de Sandro Sánchez y «Amábilis» de Isabel Caroto. Luego de este evento la Muestra comenzará su recorrido por todos los municipios del estado Lara y concluirá, en su primera edición, en enero de 2017 con la celebración del aniversario del cine nacional. 
  La Muestra Regional de Cine Guaro tiene como objetivo ser un evento permanente durante el año, estructurado en ediciones consecutivas que permitan incorporar a realizadores y difusores a una actividad de promoción y desarrollo de la cultura cinematográfica en la región. 
  Todas las actividades de la Muestra se realizarán sin fines de lucro y abiertas al público en general. La programación será dada a conocer a través de las redes sociales: Facebook y Twitter. Por tal motivo, se invita a a todo el pueblo de Lara a estar pendientes para participar y disfrutar del cine Larense.
Fuente:
Red de Cine de Lara
https://redcinelara.blogspot.com
Imágenes cortesía de
Red de Cine de Lara
Isabel Caroto
Sandro Sánchez

El gran maestro del cine venezolano cumple 85 años



Cortesía de Últimas Noticias
Román José Chalbaud Quintero es un dramaturgo, director de teatro, de cine y televisión de Venezuela. Nació en la ciudad de Mérida, Estado Mérida, Venezuela el 10 de octubre de 1931. 
Comenzó su carrera cinematográfica a comienzos de los años 1950, como asistente de dirección del realizador mexicano Víctor Urruchúa, quien realizó en Venezuela dos filmes: Seis meses de vida y Luz en el páramo. 
El primer largometraje dirigido por Chalbaud, Caín adolescente (1959) fue una adaptación de su primera obra de teatro. Desde entonces ha dirigido más de 20 largometrajes entre los que citamos: El pez que fuma (1977), La oveja negra (1987), Pandemonium, la capital del infierno (1997). 
En televisión ha dirigido numerosas producciones, tales como: El cuento venezolano televisado, Boves, el Urogallo, sobre la novela de Francisco Herrera Luque; La Trepadora de Rómulo Gallegos; La hija de Juana Crespo de José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia e Ibsen Martínez, El asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, entre otras. Dirigió la serie televisiva Amores de barrio adentro de Rodolfo Santana
Fuente/Autor:
Últimas Noticias

¿Para qué servirán los cines en un futuro?


Por Juan Antonio García Borrero
Cortesía de Cine Cubano, la pupila insomne 
  Hace mucho tiempo que el cine ya no es líder del ocio en Cuba. Por eso cuando intentamos enseñarles a nuestros jóvenes estudiantes lo que la Historia del cine le ha aportado a la humanidad, muchos de ellos se muestran ajenos a nuestro entusiasmo. Esa generación ha visto mucho cine, pero ha ido poco al cine. Cuando hablo de cine como exlíder del ocio me refiero a la antigua práctica mediante la cual, la gente acostumbraba a salir de la casa para meterse en una sala oscura y compartir con muchos la fascinación ante una inmensa pantalla. Como dije antes, hoy la gente ve más películas y series que nunca, pero lo hace en la sala de su casa, o en la intimidad de su habitación. 
  A juzgar por las investigaciones más serias, lo anterior parece una práctica cultural irreversible. ¿Significa eso que estarán condenadas a desaparecer esas salas colectivas donde otrora la gente creció mientras miraba las más disímiles historias? No lo creo. Tal vez lo que desaparezcan son las salas donde el espectador estaba condenado a participar de un modo más bien pasivo, observando desde su luneta lo que le contaban, pero es probable que ya estén sembradas las condiciones para que nazca un espectáculo cinematográfico en el que los nuevos públicos (nuestros estudiantes de ahora), tan habituados a lo interactivo, encuentren en las salas colectivas la mejor manera de completar los relatos que llegan a sus sentidos. 
  Para imaginar un universo así, obviamente tendríamos que liberarnos de la tiranía conceptual que nos han impuesto los defensores del cine tomado en cuenta solo como arte. Esto no significa que dejemos a un lado los indiscutibles logros que han conseguido varios cineastas en el refinamiento del lenguaje cinematográfico. Esas obras maestras están allí, y seguirán inspirando a nuevos cineastas que tratarán de escapar de las fauces del mercado y el entretenimiento baladí. 
  Pero una cosa es admitir la responsabilidad que tenemos como promotores y salvaguardas de ese legado cinematográfico, y otra cerrar los ojos ante un diagnóstico que parece afirmarnos que lo que hasta ahora hemos conocido por cine ha respondido en un inmenso por ciento de los casos, a lo comunicativo, no a lo artístico. Algo así nos comentaba Octavio Getino: 
  «Convengamos que el cine es, antes que nada, un poderoso medio de comunicación social, aunque por sus características peculiares, puede también convertirse, aunque sólo a veces, en medio de expresión artística, según los valores estéticos que aparezcan en algunas de sus realizaciones. En este sentido, la calificación generalizada que se le ha otorgado como “séptimo arte” al cine en general, reviste un tono más presuntuoso y “marketinero” que real. Porque el cine puede producir inolvidables obras pertenecientes al campo del arte y la cultura universal, pero también, en la absoluta mayoría de los casos, películas sin ningún valor reconocible que rápidamente pasan al olvido. Sin hablar ya de la infinidad de producciones cinematográficas y audiovisuales que no están concebidas para su circulación en las salas de cine, sino destinadas a cumplir finalidades muy diversas en la educación y la capacitación, la divulgación cultural, la información documental, la propaganda ideológica o religiosa y la publicitación de industrias y servicios, o el entretenimiento». 
  Es posible que si aceptásemos las consecuencias de ese diagnóstico con naturalidad, sin escandalizarnos, pudiéramos entender mucho mejor las necesidades de ese nuevo público que ve más películas que antes aunque va menos al cine. Y sobre la base de ese diagnóstico, podríamos construir agendas prácticas que nos permitan reconquistarlos para las salas. 
  Desde luego, antes se necesita salir de la retórica más común para ensayar lo creativo, y poner los ejercicios de la imaginación a la altura de la nueva época. No hay que hacerle demasiado caso a los que hablan de una debacle en el gusto cinematográfico. Como apuntaba Arnorld Hauser, «el exagerado pesimismo respecto al presente es, la mayoría de las veces, sólo el otro lado de un juicio excesivamente favorable del pasado». Quizás no lo veamos con nuestros propios ojos, pero las nuevas salas cinematográficas seguirán siendo espacios donde se tejerán los más impensados sueños. 
Autor: 
Juan Antonio García Borrero 
Fuente: 
Cine Cubano, la pupila insomne
Foto: 
Beatriz Busaniche
Licencia Creative Commons
Fuente: 

Una película, una época


Me di cuenta en estos días que siempre ponemos algo constante y a la vez cambiante como referencia a alguna época de nuestra vida. Y casualmente, en una tertulia con amigos hice referencia a una película para responder a la pregunta: ¿qué hacíamos en 1990? Yo respondí; bueno, la gente iba a la recién inaugurada Café 90 y al cine a ver «Danza con Lobos». Esta maravillosa película de Kevin Costner hacía referencia a ese momento y esto me puso a pensar si hay películas ganadora del Óscar que sirvan como referencia en épocas determinadas. Creo que sí, al menos en mi caso, porque es cosa de todos los años. 
Recuerdo que no hace mucho había dejado de trabajar en una empresa, me habían dado las prestaciones y compré el DVD de «The Hurt Locker»», ganadora del Óscar de 2010 dirigida por Kathryn Bigelow, la cual le arrebato el premio a «Avatar»; no sé pero creo que ninguna de las dos me gustó para el Óscar de ese año. Ya por esa época era común y hasta obligatorio estar en una red social como Facebook y Twitter lo cual cambio la vida de toda una generación, permitiendo interactuar con amigos y personajes que serian muy difíciles de contactar en la vida real. Era el comienzo de un nueva era.
También viene a mi memoria cuando se estreno en 1993 «La Lista de Schindler», obra maestra de Steven Spielberg, alguno de mis amigos y vecinos adolescentes contaban lo emocionante e impactante de las crudas escenas: «viste como le tronaban la cabeza a esos prisioneros». Igualmente recuerdo que en 1993 fue la época del atentado de las torres gemelas con un camión bomba provocando la muerte de 6 personas, la película «Top Dog» protagonizada por el ídolo de las artes marciales Chuck Norris tuvo mal recibimiento ya que al comienzo de la misma ocurre un atentado similar; al parecer al público le dio un mal sabor de boca ver algo parecido en la pantalla grande. Esta película, una comedia de acción de la llamada «Clase B», había debutado en primer lugar de taquilla en su primera semana y decayó terriblemente. Era solo el comienzo de la terrible era del terrorismo que luego llegaría a su máxima expresión en septiembre del 2001. 
En 1998 estabas pendiente del mundial de fútbol Francia 98 o de la película «Titanic» que estaba en cartelera y por su extensa duración solo se presentaba en dos funciones, una muy temprano y otra muy tarde. La pude ver ya después de terminar las pasantías. Esquivé la posibilidad de verla en videocopia ya que era inevitable disfrutarla en el cine, al menos la primera vez. En cambio, me di un maratón para ver «Good Hill Hunting» con los, para entonces, poco conocidos Matt Damon y Ben Afleck, junto al ganador del Óscar Robin Williams. Este estupendo filme de Gus Van Sant le siguió de cerca a Titanic. No tengo que decir como cambiaron las cosas en nuestro país a partir de diciembre de 1998; parece increíble que ya hayan pasado casi 20 años. 
Si me voy más atrás, a los 80, recuerdo que «Amadeus», la espectacular película de Miloš Forman, duró bastante en las carteleras cinematográficas. Este filme de 1984 fue estrenado en el apogeo de la publicidad de discos de acetato y casetes, promocionados por las compañías Sonográfica y Sonorodven. Todavía no había llegado al país el famoso CD, y claro, no pude adquirir la fabulosa banda sonora de «Amadeus», ya que era algo muy intelectual para lo que bombardeaban los medios. Era la época de Turbo Hits o de la banda sonora de «Street of Fire», filme de Walter Hill ambientado en una época indefinida entre los 50 y 80. Confieso que «Amadeus» no fue de mi apetencia en esa época, tendría yo como 13 o 14 años y estaba más interesado en otros filmes, sin embargo, tuve que verla en una cinta de VHS copiada durante un compartir cinematográfico con mi familia. Había invitado a mi madre a que al menos la viera en TV y la dejó con muchas preguntas acerca del Requiem. 
Todo el mundo brincaba como Bill Murray con el tema de «Ghostbusters» y era necesario portar el casete en el Walkman o en reproductor portátil, el disco en el plato. Estaba reciente el viernes negro y el «uno por uno» permitió sacar de la oscuridad de los locales nocturnos a ídolos como Franco de Vita, Melissa, Ilan Chester y tantos otros. Ellos también participarían en bandas sonoras y hasta protagonizarían películas del cine venezolano como «Macho y Hembra» y «Anita Camacho» en el caso de Ilan, la famosa «Generación Halley» de Thaelman Urguelles donde Melissa canta y hace una aparición especial o «No hace falta decirlo» de Alejandro Padrón con la participación de Franco de Vita.
Era 1986, estaba en el liceo, y una de las primeras películas que fui a ver con un amigo fue Pelotón. Esta película, que lo tenía todo crítica, acción, drama y un joven y prometedor Charlie Sheen en la obra magna de Oliver Stone, podía complacer a todo público, adulto o adolescente, a pesar de la tendencia izquierdista de Stone está en mis favoritas y por supuesto la tengo en mi colección en formato Blue Ray. 
Recuerdo estar niño cuando estuvo de moda «Gente Corriente» de Robert Redford y haber leído una parodia en la revista Mad en español que era común en la época, era 1980, y después supe que este drama familiar había ganado el Óscar y se lo había arrebatado a la clásica de Scorsese «Toro Salvaje» dándole también el Óscar a Tymothy Hutton como mejor actor de reparto. 
En 1988 fui a ver «Rain Man», ese estupendo drama sobre el autismo con Dustin Hoffman y Tom Cruise que hizo ganar el Óscar a Hoffman que ya traía un equipaje de éxitos bastante particular desde la magnífica «El Graduado» pasando por «kramer vs. Kramer» otra ganadora del premio de la Academia a mejor película en 1979, año en que concluye la época maravillosa del disco y donde se escuchaba «El Caimán de Billos» como algo nuevo. Tom cruise venia de un bajón por la poco aclamada «Coctel» aunque debo decir que este filme me encanta, pero esa es otra historia. 
No puedo olvidar que en 1991 se estreno «El silencio de los inocentes», thriller de Jonathan Demme que ganó los Óscares principales. Igualmente, recuerdo haber corrido para ver «Forrest Gump» en 1994. Aunque la banda sonora de esta película contenía música de épocas pasadas, ya solo se podía conseguir en CD, el acetato había muerto, al menos aquí. Inspirado por la película salí del cine corriendo a otro cine a ver otra película «La Mascara». 
En fin, son muchas películas, muchas fechas, muchas referencias.  
Autor: 
LUIS STEELHEART 

Licenciado en Administración de Empresas. Ha participado en diferentes actividades de cine-foro principalmente en el Cine Club Charles Chaplin y en la Biblioteca Pública Pio Tamayo, además de realizar colaboraciones en diferentes actividades de cine en los lugares antes mencionados y otras instituciones como la Universidad Simón Rodríguez, el CIECA, la UPEL y el Liceo Lisandro Alvarado. Steelheart es un cinéfilo y coleccionista de artículos relacionados con el cine.


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La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. Iribarren Films, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.


Néstor Almendros: Un fantasma en La Habana


por Juan Antonio García Borrero
Cortesía de Progreso Semanal
  CAMAGUEY. En los últimos tiempos la historia del cine cubano se ha beneficiado con la publicación de determinados epistolarios y documentos privados que ayudan a entender esa práctica cultural, ya no como una armónica sumatoria de películas, autores, etc., sino como un proceso todo el tiempo dinámico donde, en el caso de los que hacen el cine, los individuos interactúan, sueñan, establecen alianzas o pelean entre sí, mientras consiguen hacer realidad o no sus creaciones. 
  A los conocidos libros de Alfredo Guevara y Tomás Gutiérrez Alea, por mencionar apenas dos de los protagonistas más importantes que ha tenido la cinematografía del ICAIC, tendríamos que sumar ahora El arte de la nostalgia (1), preparado por la investigadora Dunia Grass Miravet, y que contiene buena parte de las cartas enviadas por Néstor Almendros (1930-1992) a Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), en el período que va de 1963 a 1991, es decir, cuando ya ambos vivían fuera de la isla, y mostraban una abierta oposición a la ideología propugnada por el gobierno cubano. 
En la historiografía más usual referida al cine, casi siempre lo que va llevando el hilo conductor es un relato que el historiador (el narrador) arma a partir de lo que conoce de las películas, y los eventos que han tenido lugar alrededor de ellas. Sin embargo, la historia de las ideas y afectos que movilizaron a los individuos que se propusieron hacerlas, por lo general permanece en las sombras. 
  Los epistolarios de los cineastas, entonces, serían ventanas que el historiador puede usar para asomarse al interior de ese mundo del cual solo conocíamos la fachada. No es que las cartas revelen el mundo interior tal como es, debido a que, cuando uno escribe ese tipo de documento, también está afectado por los sesgos cognitivos que todos los humanos padecemos en nuestro accionar, pero lo que allí leemos ayuda a completar un cuadro histórico que antes aparecía inevitablemente mutilado, en virtud de las demandas políticas del relato oficial. 
  En «El arte de la nostalgia» vamos a encontrar, desde luego, la posición política de ambos interlocutores. Y dada la beligerancia del anticastrismo que los dos profesaron, pudiera pensarse que poca novedad podría encontrar el historiador. Sin embargo, es bueno recordar que un historiador, a diferencia de los políticos, no debe cultivar la simpatía, sino en todo caso, la empatía. 
  Con la empatía el historiador deja a un lado la obligación de comentar el malestar o la euforia que puedan provocarles las ideas de aquellos que examina. Lo suyo no es juzgar, ni resaltar que está de acuerdo o en desacuerdo con lo que digan sus fuentes, sino entender en toda su complejidad las circunstancias en que se movían los individuos en momentos históricos concretos, y el modo en que esos entornos, atravesados por fuerzas de todo tipo, podían afectarlos, al extremo de hacerlos pasar de una disposición afectiva favorable a otra que resulta su opuesta, como fue el caso de Almendros y Cabrera Infante, quienes en un inicio brindaron su apoyo a la Revolución de 1959 encabezada por Fidel Castro. 
  A diferencia de las cartas de Titón y Alfredo Guevara, donde uno detecta la angustia de quienes creyendo en el proyecto revolucionario no dejaron de someterlo a crítica (sobre todo Alea), las de Almendros y Caín son explícitas en el rechazo. Y, sin embargo, algo los sigue uniendo a la Isla: el recuerdo imborrable de La Habana y la cinefilia. 
  Y fue esa obsesión habanera la que devolvió a Néstor Almendros a la Isla en abril de 1979, apenas unos días después de haber recibido el 9 de ese mismo mes el Oscar a la mejor fotografía por Days of Heaven, de Terrence Malick. Si esta visita a Cuba ha sido poco divulgada por el exilio, se debe a que, de algún modo, rompe con la imagen del disidente que hasta el último momento combatió con todas sus energías el comunismo cubano. 
  Una cosa no tiene que ver con la otra, desde luego. Almendros jamás renunciaría a sus convicciones anticastristas, pero tampoco a la devoción que sentía por la Isla a la que había llegado desde su natal España con apenas 18 años, y sobre todo la devoción por su familia (la que le quedaba acá después de la muerte de su padre, el gran pedagogo Herminio Almendros). 
  Por eso le escribe el 1 de mayo de 1979, desde Miami, a Cabrera Infante y Miriam Gómez, quienes residían en Londres: 
  «Acabo de llegar de La Habana: ¡Tremendo! Mucho mucho que hablar, imposible hacerlo ahora, voy para Fiji en una semana de preparación y no volveré a París hasta el 10 de mayo al menos. 
  Ha sido muy emocionante. Abril no es el mes más cruel. No me puedo quejar. El Oscar y La Habana a la vez». 
  Allí estaba Almendros entusiasmado, después de muchos años, en esa misma Habana que Cabrera Infante, según él, logró retratar para la eternidad en «Tres Tristes Tigres» (escribe en una de las cartas dirigidas a Caín, fechada en 1967: «Ya nos podemos morir todos —los de nuestra generación en La Habana—, quiero decir que nos podemos morir con cierta consolación: aquellos días no se habrán perdido totalmente, no habrán pasado en vano. Tu libro los recoge fielmente y aún los sobrepasa convirtiendo gentes y lugares en puro mito»).
  La Habana que reencuentra Almendros en 1978 es una ciudad donde ya no estarán todos los amigos que crearon la primera Cinemateca cubana (Germán Puig, Ricardo Vigón), o se reunían al amparo de la Sociedad Cultural «Nuestro Tiempo», pero ello no impide que muchos lo busquen para saludarlo. «Los tres primeros días», anota en la carta, «estaba de incógnito dedicado enteramente a los míos hasta que fui turisteando a la Plaza de la Catedral. Luis Agüero me encuentra y me habla como si fuera un fantasma, enseguida se corrió la noticia como la pólvora. Así desfilaron sucesivamente Pablo Armando (Fernández), Olga Andreu, Héctor Pedreira, Alberto Roldán, Walfredo Piñera, etc, etc. Por suerte el ICAIC no intentó un acercamiento. Me evitaron una situación embarazosa». 
Cuando dos años después de la visita de Almendros a La Habana, la televisión cubana estrena The Blue Lagoon (1980), de Randal Kleiser, su crédito de fotógrafo fue suprimido.     Para los censores de entonces, sus méritos de artista consagrado no alcanzaban a salvarlo de la condición de fantasma sin derecho a nombre en Cuba, pero gracias al arte, Néstor Almendros siguió regresando a la Isla más vivo que nunca. 

(1) Dunia Gras Miravet. El arte de la nostalgia. Cartas de Néstor Almendros a Guillermo Cabrera Infante. Editorial Verbum, España, 2013, p 158. 

Fuente/Autor: 
Progreso Semanal

Séraphine: un canto de la naturaleza tejida a un alma humana


Dijo una vez Paul Gauguin, pintor posimpresionista (1848-1903): «No necesitas ninguna escuela. La escuela es la naturaleza». El filme «Séraphine» de Martín Provost distingue ese contenido sobre la vida artística de Séraphine Louis, pintora de la corriente Naif, ingenua; o más bien primitivismo, como expresó el marchante y crítico de arte Wilhelm Uhde, personaje caracterizado por Ulrich Tukur en dicha película. 
Los Naif son artistas autodidactas que realizan su obra bajo una intuición espontánea, no son académicos. Elementos como la perspectiva, las proporciones de objetos y cuerpo humano les son indiferentes. Están cargados más bien de fantasía y emoción, sus pinturas son detallistas, pulcras, líricas, simulando a veces el desprejuicio de la pintura infantil.
Como típica película francesa o mayormente de Francia hacia el norte de Europa, posee escenas lentas, sin diálogos, donde el silencio, la imagen o gestos de las actuaciones hablan. Nunca se hace tediosa, aquí más bien esa lentitud agrada. 
La dirección artística es formidable entre los colores fríos, el claro oscuro o penumbras de algunos espacios de interiores. Toda una maestría en ello y en la fotografía. 
Genial es la manera primitiva como Séraphine elabora sus pinturas, todo como su gran secreto, en una mujer supuestamente ignorante del conocimiento intelectual del arte, pero con la mejor sabiduría de la naturaleza al tocar con amor los árboles, abrigar el viento, hablar con el agua y los insectos para quitar la tristeza, demostrando tener una gran sensibilidad y captación de la aflicción humana. 
El destello de su alma hace que ella despliegue un torrente de formas y colores en contra de la pobreza en que vive, desarrollando una obra maravillosa y realizando un cántico religioso al casi terminar la obra, donde expresa: «La pintura se ama de otra manera».
Udeh al descubrir la gran artista que es, la saca del anonimato y de su oficio de servicio y lavandera. 
El otro drama es el de su lucha y entrega al arte, en su ternura e ingenua espiritualidad, donde tiene lucubraciones y voces de ángeles o el brillo celestial guía lo que debe pintar, hasta que llega a la locura inminente accionada por su decepción, al no lograr el gran sueño y ofrecimiento de exponer en París junto a Rousseau, Picasso, Braque y otros grandes, debido a la gran crisis europea del momento.
Todas estas características las logra el filme de Provost. No en vano obtuvo 7 premios César (Oscar del cine francés), incluido el premio a Yolande Moreau por su actuación, que nos llena de ternura, preocupación y es cautivante de principio a fin. El guion es consistente. Y el final del filme, en un plano general, es como ver una pintura impresionista que se mueve donde Séraphine disfruta de la creación divina, aún en su lamentable locura. Así que, arte y vida se conjugan en esta obra cinematográfica con ese equilibrio que debe existir entre espíritu y materia. 

Autor: 
HENRY LARA CASTELLANO 

Artista Plástico. Licenciatura en Educación (Arte) Universidad Simón Rodríguez. TSU en Diseño Civil (Instituto Universitario de Tecnología Región Capital) 1989. Realizó estudios de Arte Puro en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas (Caracas). Estudios en talleres de cine del CONAC y Laboratorio Abigaíl Rojas (años 80). Artículos de Arte, en la Sección de Cultural de la Revista Sambil 2006 al 2010, Artículos en la Revista de Cine “Moviola” y “Cinerama”, Ilustrador y artículos en el diario dominical del diario “Ultimas Noticias” 1990-1994. Profesor de Dibujo Analítico e Historia del Arte en diversas instituciones de Diseño en Caracas (Años 90). 

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