Es innegable que el que busca ver una película, busca distraerse, evadir, enfrentar o gozar del texto fílmico. Las cantidades de sujetos que van a la sala o ven películas desde los dispositivos portátiles han ido en crecimiento. El guionista, a la hora de escribir, se encuentra de manera ineludible ante diferentes diatribas. ¿Escribo sobre mí, sobre lo que veo, ficciono? ¿Se relacionan entre ellas o se discriminan?
Dicho ésto, está el tema de los manuales y las reglas. Que si el cine es arte o industria...
No hay nada más temerario que el no hacerse la pregunta de qué hacer ante la hoja en blanco... peor es dejar de intentarlo todo que seguir un solo manual o una sola regla, aún si el escritor ha escogido el camino del texto artístico o el de la industria por la numerosa taquilla.
Cuando se enfrenta a la construcción de los personajes, en mi opinión, vale todo y a veces casi nada. El momento «mágico» no llega solo. Llega con trabajo. Puedes leer, pintar, bailar, correr, tocar u oír música. Es decir, el creador puede conectarse con otras expresiones artísticas u otras actividades que le propicien la reflexión, porque el trabajo de la escritura empieza de un intercambio dialéctico en constante movimiento desde la idea hacia cómo abordar el tema hasta tener algo con que empezar; pero sí, tengamos en cuenta que la labor se inicia en la «cabeza» del sujeto mucho antes de teclear una palabra. Por ejemplo, yo escribo cuentos mientras escribo un guión, estén relacionados o no con la historia y por ahí veo que me funciona a la hora de ir escribiendo; sin embargo, y hay que hacer hincapié en ésto, investigar el contexto de los personajes es crucial. He ahí lo principal. Solo conocerás al personaje si investigas y allí que empezarás a «oír» su voz, ver su rostro, cómo camina, qué colores le gusta. Esta vía es necesaria. Todo relacionado con la narrativa y la historia, que son cosas distintas.
Ahora el punto de la cultura, el espectador ideal o imaginario. Puedes escribir sin pensar en ellos o incluyéndolos. Esa opción, desde mi perspectiva, es ineludible porque, un guión aunque no se llegara a filmar, la escritura del mismo tiene que tener una sintaxis para todo lector de guiones: imagen y sonido en movimiento. El que lee pertenece a un contexto en específico, es por ello que a veces un proyecto es rechazado en un país y en otros no. En el mismo país en un año concursas y te rechazan y al otro año te aprueban el mismo proyecto.
Por otro lado, siempre es bueno tener libros de cabecera. Leerlos y releerlos. Nunca te conformes con encontrar información que te diga: «que bien lo estoy haciendo o sigue así». Más bien, inclina la balanza hacia los que te pongan a dudar de lo que haces y te propicien nuevos dilemas y puntos de vistas. ¡¿Qué me cuesta entenderlo?! Bien, para eso están los demás. Recuerda que el cine es un acto colectivo y aunque la escritura es un poco solitaria, puedes intercambiar preguntas e ideas con allegados que estén en el camino. Algunos sabrán que decirte, otros no y otros pueden llegar a ser implacables. Escoger con quién compartes tu trabajo debe manejarse con cautela. Acepta las críticas sanas y constructivas, y hasta fuertes pero no aceptes las que no te aportan nada y lo que pretenden es destruir tu trabajo, sobre todo cuando estás comenzando. Busca reconocer tus habilidades y tus flancos débiles para que puedas encauzar tus preguntas.
Recomiendo del libro de Michel Chion, «Cómo se escribe un guión» (1), el capítulo de los fallos del guión (para cometerlos mejor). También me estoy releyendo uno sobre Woody Allen, escrito por Eric Lax (2) y otro sobre John Cassavetes, de Ray Carney (3). Siempre es bueno leer textos de los propios creadores porque hay veces que los demás libros pueden ser conjeturas o análisis textuales, quizá válidos, pero interpretaciones al fin de una obra ya hecha. En nuestro caso, lo que queremos es saber cómo se llegó al objeto. Cómo el escritor dio con el punto que nos conmovió o qué lo conmovió a llegar a esa escena «transcendental». Hay películas por ejemplo que su gran propuesta está en lo que Robert Mckee llama la escena incitadora, que puede estar en algún punto del guión. Como por ejemplo, «Blue Jazmine» o «Match Point» de Woody Allen, ambos finales te redimensionan todo lo que viste anteriormente aún cuando el género de cada uno tienen sutiles o radicales diferencias según las perspectivas desde donde quieras analizarlas. También recomiendo leer guiones originales al corte final, es decir, el que se rodó más que el que se filmó y visualizar las escenas retiradas de la película estrenada. Eso también es muy útil.
En fin, creo no existe una fórmula perfecta sobre cómo escribir. Algunos opinan que hay que escribir todos los días. A veces funciona. Hay veces que no. Lo importante es que lo que escribas, así sea una sola escena, te empuje para diferentes vías, pero que te mueva. Eso te llevará a reescribir y reescribir. He ahí el «click» con la escritura.
(1) Ediciones Cátedra. Signo e Imagen. 1997.
(2) Ediciones Debolsillo. Conversaciones con Woody Allen. 2009.
(3) Editorial Faber and Faber. Cassavetes on Cassavetes. 2001.
Autora:
ANDREA RÍOS
Licenciada en Artes mención cine. Es productora, guionista, directora y montadora en cine y TV. Es analista de guiones y tallerista. En dramáticos, fue directora de post producción, analista para estrategias promocionales y recomendaciones de marketing. En publicidad, como montadora de comerciales, campañas por una sexualidad asertiva en adolescentes y productos de marcas e institucionales. Escribe cuentos y es fotógrafa siendo publicada por el Celarg y ha publicado «Baño de paro», recopilación de una exposición colectiva de fotografía de la escuela Roberto Mata.
La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. El Blog de Iribarren, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.