Tras
varios meses de haberse celebrado la 88º edición de los Oscars, uno de los
momentos más esperados del año por cinéfilos, la prensa y el público amante del
espectáculo, podemos hacer fácilmente una breve enumeración de todas las sorpresas
ocurridas durante la ceremonia que sin duda gratificaron a la mayoría de la audiencia
hispanohablante: la primera premiación en la historia a un corto de animación
chileno, el tercer premio consecutivo a Emanuel Lubezki por mejor fotografía y
por supuesto el segundo año consecutivo de Alejandro González Iñarritu como
mejor director; todas gratas sorpresas para la población latina… Pero estoy
seguro que si hiciéramos un censo de lo que menos gusto durante la premiación a
este mismo sector de la población, puedo deducir que la mayoría responderá
“todo lo referente a la campaña #Oscarssowhite”, a pesar de que había cierta
incertidumbre de como Chris Rock abordaría un tema tan controversial que ya
tenía meses gestándose en la opinión pública, la incesante repetición del tema
durante el resto de la ceremonia fue algo que sin duda incomodó y hasta en
cierta manera disgustó al espectador promedio, basándome solamente en
comentarios que ya he escuchado.
Bajo
este planteamiento inicial, considero que es primeramente importante
reflexionar sobre la duda principal que surge de esta problemática, ¿es la
Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas realmente racista?; para empezar
es difícil responder con claridad este punto, lo único que tenemos a nuestro
favor son datos estadísticos revelados por el Hufftington Post donde se expone
que de los 450 miembros activos de la academia 96% está compuesta por personas
caucásicas del cual 87% son hombres.
Aunque
no podemos saber con seguridad la opinión personal de estos 450 miembros, por
medio de estos datos vemos claramente como a nivel étnico y de género existe
una desventaja, una carente representación del resto de la población que
efectivamente también pertenece a la industria cinematográfica y forma parte de
los Estados Unidos, sin embargo, el objetivo de este artículo no es hacer más
hincapié en el tema de la inclusión étnica, es más, la misma academia ha
reconocido públicamente su falla en una rueda de prensa efectuada a principios
de este año y ha prometido instaurar nuevas medidas de inclusión para el 2020.
El
verdadero objetivo de este texto es hacer un llamado a la reflexión. ¿Por qué
la simple mención de este tema tiene que ser objeto de disgusto o cansancio
para la población? ¿De verdad es algo tan incómodo de discutir la inclusión
racial en pleno siglo XXI? ¿Incluso dentro de la misma población latinoamericana?
¿Después de todo, no somos dentro del territorio norteamericano considerados
también una minoría?
El
tema del racismo siempre ha sido complicado de tratar, buscando dentro de las
mismas referencias cinematográficas, “Do The Right Thing” de Spike Lee sin duda
fue una de las que dio un vuelco en la historia del cine al exponer dicho tema
de una forma tan original pero al mismo tiempo que fuera palpable y real, hasta
el día de hoy resulta una de las cintas más controversiales de la historia por
este hecho y es considerada una obra maestra a pesar de que suela dividir a la
audiencias con su mensaje moral.
Entre
foros estudiantiles aún se sigue debatiendo mucho sobre las acciones de los
personajes de la cinta, por ejemplo, ¿es Sal, el vendedor de pizzas, racista? Muchas
veces vemos como todos se refieren a él como un “buen hombre” que realmente no
le importa el color de piel de sus clientes, pero cuando vemos con una mirada
más crítica su discurso vemos como el mismo se distancia (quizás sin saberlo de
forma consciente) del resto de sus clientes de color, usando términos como
“esta gente” e incluso llega a utilizar palabras verdaderamente dolientes a
nivel cultural como “Negros” y “su música africana”.
Existen
también diferentes visiones e interpretaciones del final según el grupo étnico
al que perteneces, distinciones que parecen extrañas que existan puesto que la
interpretación de una película es un proceso completamente subjetivo pero por
alguna razón una determinada población de la masa, según su grupo étnico,
parece dar más fácilmente con una interpretación distinguiéndose
automáticamente de otros.
Es
difícil decir cuál es el significado real de la película pero si me preguntan a
mí, considero que el verdadero mensaje que Spike Lee deseaba transmitir era
como el racismo subyace en lo más profundo de nuestro ser, independientemente
de nuestro bagaje cultural y nuestra crianza bien intencionada de respeto al
prójimo, todos podemos usar los estereotipos como mecanismo de defensa e
incluso profesar los adjetivos calificativos más hirientes basándonos solo en
el color de piel o cultura de alguien que es diferente a nosotros, es algo de
lo que somos “víctimas” que ni siquiera forma parte de la decisión propia del
individuo, es algo que forma parte implícita de nuestra sociedad.
Pero
esto no significa que tengamos que sentirnos culpables, al menos no al cien por
ciento, después de todo, ¿no se supone que los medios de comunicación también
influyen en lo que la misma sociedad es o debe aspirar a ser? El racismo está
presente en todas las áreas, en todos los campos del arte, el entretenimiento y
el intercambio comercial.
En
el 2012 cuando la famosa revista británica dedicada exclusivamente a contenido
cinematográfico, Sight and Sound, publicó su lista de las mejores películas de
todos los tiempos (lista que se actualiza una vez cada década) ocurrieron dos
hechos sumamente importantes que siguen siendo polémicos, el primero fue la
sustitución de "Ciudadano Kane" por "Vértigo" en el primer puesto, y el segundo, el
que nuevamente no existiera ningún filme latinoamericano en la lista.
Solo
fueron tomados en cuenta un total de seis filmes provenientes de las culturas
“tercermundistas” de un total de 100 películas escogidas por más de ciento
cincuenta expertos de la crítica cinematográfica que trabajan en los medios más
distinguidos de Europa y Estados Unidos.
Esta
lista que supuestamente abarca lo mejor del material audiovisual disponible en
el mundo desde el mismo nacimiento del cine, resulta bastante sorprendente que
solo se haya tomado en cuenta una pequeña porción del mundo que no sea de habla
inglesa o francesa y pueda verse “honrada” por pertenecer a esta lista.
No
me extenderé explicando la trama de estas películas pero basta con saber que
solo tres de ellas eran chinas, una iraní, solo una de la India (que tiene una
industria cinematográfica tan grande y potente como Hollywood) y solamente una
en representación de todo el continente africano, nuevamente cabe destacar que
no hay ni una sola del continente suramericano.
Ante
esta polémica creo que es importante destacar que no solo los medios
internacionales ignoran lo que se conoce como el “Tercer Cine”, la misma
audiencia a veces se niega a presenciarlo a pesar de estar dentro de la misma
ubicación geográfica de sus realizadores, el venezolano parece tener hasta en
cierta forma pavor de entrar a una sala de cine donde se proyecte cine
nacional, se niega continuamente a ver en pantallas “putas, drogadictos y
malandros” y su discurso contra este hecho se ha vuelto hasta repetitivo…, pero
por mucho que duela, ¿no son estos escenarios más cercanos a la realidad?
Claro,
se sabe que existen otras formas de hacer cine sin recurrir a estos ya
estereotipos nacionales y es obvio que Venezuela no solo está compuesta por putas,
drogadictos y malandros; se sabe que nuevos temas de calidad humana con los que
la audiencia se puede sentir identificada están presentes en la nueva
filmografía que se está desarrollando en nuestro país y que de hecho ha sido
ampliamente galardonada en festivales de cine internacionales, pero aun así
resulta paradójico la poca gente que desea entrar a ver cine nacional, el
estigma y el estereotipo que se ha ganado nuestro cine sigue vigente.
Este
fenómeno no es propio de nuestro país y mucho menos único en la historia, el
director Glauber Rocha en su manifiesto titulado “Estética del Hambre” donde
hace una defensa hacia el Cinema Novo (el cine brasileño de los años cincuenta
y sesenta inspirado por el neorrealismo italiano) expone perfectamente uno de
los puntos más importantes dentro de este tipo de cine donde se expone la
miseria del tercer mundo: “Para los europeos es un extraño
surrealismo tropical. Para los brasileños es una vergüenza nacional. El
brasileño no come pero tiene vergüenza de decirlo, y, sobre todo, no sabe de
dónde viene esa hambre”.
Esta frase
creo que se aplica tanto para el Brasil de los años cincuenta como para la
Venezuela actual, nosotros no deseamos nuestro cine porque lo que refleja es
motivo de vergüenza, es un constante recordatorio de nuestra sociedad corrupta
y pervertida que más que dejar un deseo por el cambio social nos deja un
sentimiento de incomodidad y resignación, más que generar un cambio
significativo en la vida del espectador incrementa el sentimiento de apatía.
¿Es realmente
esta posición justificable? Claro que podemos discutir la calidad de nuestros
realizadores y su sensibilidad para expresar estos temas, pero muchas veces se
nos ha intentado vender la idea que lo que necesita nuestra cartelera son más
alternativas, más opciones de decidir que ver y encontrar un punto en que
nuestro cine no solo sea una crítica social sino que también pueda converger
con el entretenimiento y los gustos de la gente, que transmitan algo
“positivo”; se sabe muy bien que esto ha funcionado en el pasado con películas
como "Papita, Maní y Tostón".
Pero yo creo
que va mucho más allá que la simple búsqueda de hacer un cine netamente
comercial, cosa que por el momento es muy poco viable en vista de los costos
que requiere un cine de puro entretenimiento y el presupuesto con el que
contamos en la realidad.
Después de
todo, ¿cómo podemos amar nuestro cine cuando estamos cien por ciento expuestos
a los medios de comunicación del primer mundo que constantemente muestran una
desigualdad étnica y un menosprecio por las minorías? Minorías de las cuales
tristemente formamos parte y que en muchos casos con la que compartimos las
mismas penas y las mismas formas de miseria, ¿no deberíamos por lógica
sentirnos más identificados con ellos que con el casting de Friends?
Si ni siquiera
los llamados expertos de cine que han trabajado durante años como críticos en
la revista Sight And Sound, que están completamente dedicados a la búsqueda de
la iluminación intelectual, son capaces de ver o apreciar lo suficiente las
formas de hacer cine que existen en nuestro continente como para ponerlas en
sus listas de favoritos. ¿Qué esperanza hay para nuestro espectador promedio
que es un eterno esclavo de la imagen, que compra y consume lo primero que le
venden los canales de su suscripción por cable?
Muchos son los
teóricos de la comunicación y muchos han sido los tratados sobre estas
problemáticas, algunas más actuales que otras claro está como lo es el fenómeno
del analfabetismo audiovisual, un término bastante nuevo para designar el
exceso de contenidos que las audiencias consumen sin racionalizar.
Otras
problemáticas son aún más viejas pero parecen seguir vigentes, y peor, se
ven aún más reflejadas en el cine; las desigualdades existentes entre los
medios de comunicación de los países del tercer mundo y las potencias
económicas que fue un punto ampliamente debatido en el Informe MacBride
publicado por la UNESCO en 1980, son solo un punto de partida para
explicar el fenómeno que estamos viviendo donde nuestra audiencia no solo está
negando su cine; está negándose a sí misma.
Autor:
Luis De León
Estudiante de comunicación
social y cine
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La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. Iribarren Films, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.
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