Preparándose para una noche de placer cinematográfica


Cuando el reloj marcaba las siete en punto, mi padre, Juan Arcadio Rodríguez acostumbraba a decir y cuando no a reclamar las delicias de su cena. Como de costumbre Nelly, la maga de la cocina, se encargaría de calentarle su sopa de verduras, la cual acompañaba con unas tajadas, queso blanco en rebanadas, una rica ensalada criolla y el infaltable suero con arepas que al agarrarlas para despedazarlas echarían humo.
Esa noche no habría invitados a la función de cine en su sala privada casera. Alguna que otra los había cuando le llegaba una joya o un clásico del cine francés, alemán o español. El material que le enviaban directamente de las embajadas de estos países europeos era en 16 mm. Mi padre, con todo su ingenio y creatividad había convertido uno de los cuartos de la casa en una cómoda sala de cine. En el cabían sus cuatro o cinco de mejores amigos e invitados especiales. Había comprado una tela blanquísima y con ella diseño una super pantalla para películas en formato cinemascope y planas.
La hora de comienzo era a las siete y treinta en punto, si se atrasaba algunos minutos era por razones ajenas a su voluntad, o porque alguno de los invitados llegaba retrasado. La película como era rutinario había sido revisada técnicamente el mismo día u horas antes por su asistente Nerio Castejón.
Como buen hombre orquesta, mi propio padre a veces se encargaba de chequearle las colas, si estaba en buen estado y si estaba derecha -rebobinada y lista para la proyección-. En ésto era también muy estricto. Al celuloide lo trataba y cuidaba tanto o más que a sus gatos y sus discos de música clásica.
En cuestión de dos minutos enhebraba la película en el viejo pero eficiente proyector portátil Eiki japonés. Estos eran los caballitos de batalla; y como aguantaron miles y miles de proyecciones por prácticamente todo el territorio del estado Lara.
Silencio absoluto, la película estaba arrancando. Aparecían los créditos y todos listos para el deleite audiovisual. No pasarían media hora sin que hiciera su aparición su mascota preferida, el gato gemí siamés “Catire”, especie de mezcla de criollo con siamés. A veces, hacia acto de presencia su otro consentido, el viejo y bello persa blanco “El Pelu”. Entre esos dos gatitos se repartía todo su amor y cariño. Confesaba a viva voz: “el amor de los gatos es más sincero y duradero que el de los seres humanos”, frase que complementa con un: “de ninguna gato se puede esperar una traición, son los seres mas fieles de la tierra, de los hombre se puede esperar cualquier bajeza cualquier, debilidad de la condición humana”.
El titulo de la película de hoy era: "Aguirre, la Cólera de Dios" de Werner Herzog y como esa, muchos otros filmes de R. W. Fassbinder, Win Wenders, Truffaut, Chabrol, Tavernier, Techini, Tati, etc. desfilaron uno a uno por esta pequeña y confortable sala familiar. Quizás las películas que más recuerde con facilidad son las de la Alemania, que llegaban gracias a los excelentes vínculos que mi papa había tejido con los amigos de la Asociación Cultural Humbolt. Y las francesas no se quedaban atrás, ya que mantenía estrechas relaciones también con los agregados culturales de la Embajada de Francia.
Otra cosa que nunca se me olvidará son sus certeros y formadores comentarios que hacia al momento de ver la película. Su apreciaciones y análisis sobre lo visto nunca faltaban, en una especie de cine foro casero e intimo. Y yo me cuidaba de no decir algo inapropiado o fuera de todo contexto del tema que trataba la película, porque podía ser castigado con un: “Juan Luis, tu cómo que estas en la luna, cómo que no entendiste la película”.


Autor:
JUAN LUIS RODRÍGUEZ


Comunicador Social graduado en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Investigador de la historia y evolución  del cine en el estado Lara. Difusor y exhibidor cinematográfico del filmes de interés artístico y cultural. Investigador de la historia y evolución  del cine en el estado Lara. Director presidente del Cineclub Charles Chaplin, sala alternativa del Colegio de Abogados del Estado Lara. Instructor de cursos y talleres de Lenguaje Cinematográfico.

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El Espejo Incómodo: una mirada a través del racismo y la negación latina en el cine


Tras varios meses de haberse celebrado la 88º edición de los Oscars, uno de los momentos más esperados del año por cinéfilos, la prensa y el público amante del espectáculo, podemos hacer fácilmente una breve enumeración de todas las sorpresas ocurridas durante la ceremonia que sin duda gratificaron a la mayoría de la audiencia hispanohablante: la primera premiación en la historia a un corto de animación chileno, el tercer premio consecutivo a Emanuel Lubezki por mejor fotografía y por supuesto el segundo año consecutivo de Alejandro González Iñarritu como mejor director; todas gratas sorpresas para la población latina… Pero estoy seguro que si hiciéramos un censo de lo que menos gusto durante la premiación a este mismo sector de la población, puedo deducir que la mayoría responderá “todo lo referente a la campaña #Oscarssowhite”, a pesar de que había cierta incertidumbre de como Chris Rock abordaría un tema tan controversial que ya tenía meses gestándose en la opinión pública, la incesante repetición del tema durante el resto de la ceremonia fue algo que sin duda incomodó y hasta en cierta manera disgustó al espectador promedio, basándome solamente en comentarios que ya he escuchado.
Bajo este planteamiento inicial, considero que es primeramente importante reflexionar sobre la duda principal que surge de esta problemática, ¿es la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas realmente racista?; para empezar es difícil responder con claridad este punto, lo único que tenemos a nuestro favor son datos estadísticos revelados por el Hufftington Post donde se expone que de los 450 miembros activos de la academia 96% está compuesta por personas caucásicas del cual 87% son hombres.
Aunque no podemos saber con seguridad la opinión personal de estos 450 miembros, por medio de estos datos vemos claramente como a nivel étnico y de género existe una desventaja, una carente representación del resto de la población que efectivamente también pertenece a la industria cinematográfica y forma parte de los Estados Unidos, sin embargo, el objetivo de este artículo no es hacer más hincapié en el tema de la inclusión étnica, es más, la misma academia ha reconocido públicamente su falla en una rueda de prensa efectuada a principios de este año y ha prometido instaurar nuevas medidas de inclusión para el 2020.
El verdadero objetivo de este texto es hacer un llamado a la reflexión. ¿Por qué la simple mención de este tema tiene que ser objeto de disgusto o cansancio para la población? ¿De verdad es algo tan incómodo de discutir la inclusión racial en pleno siglo XXI? ¿Incluso dentro de la misma población latinoamericana? ¿Después de todo, no somos dentro del territorio norteamericano considerados también una minoría?
El tema del racismo siempre ha sido complicado de tratar, buscando dentro de las mismas referencias cinematográficas, “Do The Right Thing” de Spike Lee sin duda fue una de las que dio un vuelco en la historia del cine al exponer dicho tema de una forma tan original pero al mismo tiempo que fuera palpable y real, hasta el día de hoy resulta una de las cintas más controversiales de la historia por este hecho y es considerada una obra maestra a pesar de que suela dividir a la audiencias con su mensaje moral.
Entre foros estudiantiles aún se sigue debatiendo mucho sobre las acciones de los personajes de la cinta, por ejemplo, ¿es Sal, el vendedor de pizzas, racista? Muchas veces vemos como todos se refieren a él como un “buen hombre” que realmente no le importa el color de piel de sus clientes, pero cuando vemos con una mirada más crítica su discurso vemos como el mismo se distancia (quizás sin saberlo de forma consciente) del resto de sus clientes de color, usando términos como “esta gente” e incluso llega a utilizar palabras verdaderamente dolientes a nivel cultural como “Negros” y “su música africana”.
Existen también diferentes visiones e interpretaciones del final según el grupo étnico al que perteneces, distinciones que parecen extrañas que existan puesto que la interpretación de una película es un proceso completamente subjetivo pero por alguna razón una determinada población de la masa, según su grupo étnico, parece dar más fácilmente con una interpretación distinguiéndose automáticamente de otros.
Es difícil decir cuál es el significado real de la película pero si me preguntan a mí, considero que el verdadero mensaje que Spike Lee deseaba transmitir era como el racismo subyace en lo más profundo de nuestro ser, independientemente de nuestro bagaje cultural y nuestra crianza bien intencionada de respeto al prójimo, todos podemos usar los estereotipos como mecanismo de defensa e incluso profesar los adjetivos calificativos más hirientes basándonos solo en el color de piel o cultura de alguien que es diferente a nosotros, es algo de lo que somos “víctimas” que ni siquiera forma parte de la decisión propia del individuo, es algo que forma parte implícita de nuestra sociedad.
Pero esto no significa que tengamos que sentirnos culpables, al menos no al cien por ciento, después de todo, ¿no se supone que los medios de comunicación también influyen en lo que la misma sociedad es o debe aspirar a ser? El racismo está presente en todas las áreas, en todos los campos del arte, el entretenimiento y el intercambio comercial.
En el 2012 cuando la famosa revista británica dedicada exclusivamente a contenido cinematográfico, Sight and Sound, publicó su lista de las mejores películas de todos los tiempos (lista que se actualiza una vez cada década) ocurrieron dos hechos sumamente importantes que siguen siendo polémicos, el primero fue la sustitución de "Ciudadano Kane" por "Vértigo" en el primer puesto, y el segundo, el que nuevamente no existiera ningún filme latinoamericano en la lista.
Solo fueron tomados en cuenta un total de seis filmes provenientes de las culturas “tercermundistas” de un total de 100 películas escogidas por más de ciento cincuenta expertos de la crítica cinematográfica que trabajan en los medios más distinguidos de Europa y Estados Unidos.
Esta lista que supuestamente abarca lo mejor del material audiovisual disponible en el mundo desde el mismo nacimiento del cine, resulta bastante sorprendente que solo se haya tomado en cuenta una pequeña porción del mundo que no sea de habla inglesa o francesa y pueda verse “honrada” por pertenecer a esta lista.
No me extenderé explicando la trama de estas películas pero basta con saber que solo tres de ellas eran chinas, una iraní, solo una de la India (que tiene una industria cinematográfica tan grande y potente como Hollywood) y solamente una en representación de todo el continente africano, nuevamente cabe destacar que no hay ni una sola del continente suramericano.
Ante esta polémica creo que es importante destacar que no solo los medios internacionales ignoran lo que se conoce como el “Tercer Cine”, la misma audiencia a veces se niega a presenciarlo a pesar de estar dentro de la misma ubicación geográfica de sus realizadores, el venezolano parece tener hasta en cierta forma pavor de entrar a una sala de cine donde se proyecte cine nacional, se niega continuamente a ver en pantallas “putas, drogadictos y malandros” y su discurso contra este hecho se ha vuelto hasta repetitivo…, pero por mucho que duela, ¿no son estos escenarios más cercanos a la realidad?
Claro, se sabe que existen otras formas de hacer cine sin recurrir a estos ya estereotipos nacionales y es obvio que Venezuela no solo está compuesta por putas, drogadictos y malandros; se sabe que nuevos temas de calidad humana con los que la audiencia se puede sentir identificada están presentes en la nueva filmografía que se está desarrollando en nuestro país y que de hecho ha sido ampliamente galardonada en festivales de cine internacionales, pero aun así resulta paradójico la poca gente que desea entrar a ver cine nacional, el estigma y el estereotipo que se ha ganado nuestro cine sigue vigente.
Este fenómeno no es propio de nuestro país y mucho menos único en la historia, el director Glauber Rocha en su manifiesto titulado “Estética del Hambre” donde hace una defensa hacia el Cinema Novo (el cine brasileño de los años cincuenta y sesenta inspirado por el neorrealismo italiano) expone perfectamente uno de los puntos más importantes dentro de este tipo de cine donde se expone la miseria del tercer mundo: “Para los europeos es un extraño surrealismo tropical. Para los brasileños es una vergüenza nacional. El brasileño no come pero tiene vergüenza de decirlo, y, sobre todo, no sabe de dónde viene esa hambre”.
Esta frase creo que se aplica tanto para el Brasil de los años cincuenta como para la Venezuela actual, nosotros no deseamos nuestro cine porque lo que refleja es motivo de vergüenza, es un constante recordatorio de nuestra sociedad corrupta y pervertida que más que dejar un deseo por el cambio social nos deja un sentimiento de incomodidad y resignación, más que generar un cambio significativo en la vida del espectador incrementa el sentimiento de apatía.
¿Es realmente esta posición justificable? Claro que podemos discutir la calidad de nuestros realizadores y su sensibilidad para expresar estos temas, pero muchas veces se nos ha intentado vender la idea que lo que necesita nuestra cartelera son más alternativas, más opciones de decidir que ver y encontrar un punto en que nuestro cine no solo sea una crítica social sino que también pueda converger con el entretenimiento y los gustos de la gente, que transmitan algo “positivo”; se sabe muy bien que esto ha funcionado en el pasado con películas como "Papita, Maní y Tostón".
Pero yo creo que va mucho más allá que la simple búsqueda de hacer un cine netamente comercial, cosa que por el momento es muy poco viable en vista de los costos que requiere un cine de puro entretenimiento y el presupuesto con el que contamos en la realidad.
Después de todo, ¿cómo podemos amar nuestro cine cuando estamos cien por ciento expuestos a los medios de comunicación del primer mundo que constantemente muestran una desigualdad étnica y un menosprecio por las minorías? Minorías de las cuales tristemente formamos parte y que en muchos casos con la que compartimos las mismas penas y las mismas formas de miseria, ¿no deberíamos por lógica sentirnos más identificados con ellos que con el casting de Friends?
Si ni siquiera los llamados expertos de cine que han trabajado durante años como críticos en la revista Sight And Sound, que están completamente dedicados a la búsqueda de la iluminación intelectual, son capaces de ver o apreciar lo suficiente las formas de hacer cine que existen en nuestro continente como para ponerlas en sus listas de favoritos. ¿Qué esperanza hay para nuestro espectador promedio que es un eterno esclavo de la imagen, que compra y consume lo primero que le venden los canales de su suscripción por cable?
Muchos son los teóricos de la comunicación y muchos han sido los tratados sobre estas problemáticas, algunas más actuales que otras claro está como lo es el fenómeno del analfabetismo audiovisual, un término bastante nuevo para designar el exceso de contenidos que las audiencias consumen sin racionalizar.
Otras problemáticas son aún más viejas pero parecen seguir vigentes, y peor, se ven aún más reflejadas en el cine; las desigualdades existentes entre los medios de comunicación de los países del tercer mundo y las potencias económicas que fue un punto ampliamente debatido en el Informe MacBride publicado por la UNESCO en 1980, son solo un punto de partida para explicar el fenómeno que estamos viviendo donde nuestra audiencia no solo está negando su cine; está negándose a sí misma.

Autor:
Luis De León

Estudiante de comunicación social y cine

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El Gato del Rabino, o la perspicacia felina hecha película


El Gato del Rabino (Le Chat du Rabbin), es la adaptación del comic homónimo de Joann Sfar. Con el interés de restarle tanto drama a la guerra de religiones y a las querellas raciales, el autor francés lleva al protagonista sagaz de su comic, Le Chat du Rabbin, hacia la gran pantalla.

«Nuestro Dios no esta lleno de odio, El ama la ciencia» (1)

Argelia, 1920. Un gato adquiere el don de la palabra tras comerse un loro. Fascinado por la hija de su amo, el Rabino, y por la cultura judía, el gato se acerca a las creencias religiosas de los humanos que lo rodean. Pero, mientras más aprende, más crítico se vuelve, por lo que observa las religiones desde una perspectiva menos idealista. Despreocupado y parlanchin, el gato comete el sacrilegio de invocar el nombre de Dios, lo que le conlleva a perder su capacidad para hablar. No obstante, con la llegada inesperada de un pintor ruso, el gato empieza una nueva amistad que lo conducirá junto al rabino, al pintor y a un Imán hacia una aventura en búsqueda de los orígenes del judaismo. 

Una película para ver y volver a ver... 

Ganadora del Cesar a la mejor película animada (2012), El Gato del Rabino hace una crítica honesta y de actualidad a las instituciones religiosas que dejan de lado sus legados principales (Amar a su prójimo como a sí mismo), para transformar ese legado en poder y dar rienda suelta a los fanáticos. Políticamente incorrecta, esta película surge como una inspiración humana y sincera. Un verdadero himno a la tolerancia, lleno de humor, poesía e ironías. Joann Sfar, autor de la historieta y de la película, defiende el libre albedrío, remarcando la gran ignorancia que resalta de las principales religiones (Judía, Cristiana y Musulmana), a pesar de los constantes “análisis” y “estudios” que a éstas se les hacen. 

«Antes de empezar un debate sobre la laicidad, vayamos a almorzar» (3)

El Gato del Rabino, transmite un mensaje en el que se demuestra la coexistencia pacífica y constructiva entre musulmanes, judíos y cristianos. Una coexistencia que alguna vez fue posible. Inteligente y fascinante, el cuento orientalista de Joann Sfar (comic y film), no solo se disfruta facilmente sino que también invita a reflexionar sobre la condición humana y sobre algunos valores importantes que se hacen necesarios hoy más que nunca.

Ficha técnica:
Duración: 80 minutos.
Guión: Sandrina Jardel y Joann Sfar 
Dirección: Joann Sfar y Antoine Delesvaux
Música: Olivier Daviaud
País : Francia, 2011
Web site: http://www.chat-du-rabbin.com/Le-Film
Imágenes/Autor: Autochenille Production - TF1 Droits Audiovisuels - France 3 Cinéma

Una publicación no oficial de la película puede encontrarse en YouTube.

(1) Imán, El Gato del Rabino, Joann Sfar. 2011. 
(2) Joann Sfar, entrevista de Cécile Mury para Télérama. “J'adore les Arabes, les Juifs, mais la religion, ça m'emmerde”. En francés. 04/06/2011. Disponible en línea: 
http://www.telerama.fr/cinema/joann-sfar-j-adore-les-arabes-les-juifsmais- la-religion-ca-m-emmerde,69560.php

Autora:
Marys Hertiman

Marys Hertiman promueve el arte desde un enfoque inspirado en la cultural studies y en los trabajos de Richard Hoggart. Licenciada en mediación cultural, ella posee un master en comunicación y se interesa también en los estudios de género. Tras varios años como periodista cultural (“Ciudad Volatil” -Emisora Cultural de Caracas- y “L'émission Universelle” -Radio Campus Clermont Ferrand-), ella decide dedicarse a la promoción y el desarrollo sociocultural en Francia.

Imágenes/Fuente:
Le Chat du Rabbin /Facebook
https://www.facebook.com/LeChatDuRabbin/photos

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«Guerra de Vargas y Morillo». Entrevista a Sandro Sánchez


El cine y sus protagonistas (2016)

El cine larense estará presente en las principales salas de cine del país a través de una producción independiente del cineasta Sandro Sánchez; se trata de su ópera prima: «Guerra de Vargas y Morillo», un sueño que tardó 30 años en concretarse con mucho esfuerzo y constancia por parte de Sánchez. Conozcamos un poco más de este realizador larense que ha alcanzado la gran pantalla.
¿Cómo fueron sus inicios en el cine y qué influencias han marcado su visión con relación a su forma de hacer películas?
Mis inicios en el cine fueron de una forma muy artesanal, hice un mediometraje solo con una camarita y un micrófono que era más el ruido que capturaba que el audio deseado. Luego escribí, produje y dirigí dos cortos con un lenguaje cinematográfico más maduro, y con mucha más técnica en la dirección. 
De alguna, forma quien marca una influencia en mi modo de hacer cine es Luis Alberto Lamata, en su estilo de películas como Jericó, Desnudo con Naranjas, Taita Boves y Azú, son películas de época pero lo que más me atrae es su ambientación en lo verde, para decirlo coloquialmente, «monte adentro».
¿Qué aprendizaje le dejó esa primera fase de su vida como realizador?
Ver de otra manera las películas, entender mejor lo que quiere contar, trasmitir el director. Cuando vi Oriana por primera vez no me gustó. Hoy en día me parece unas de las películas más hermosas del cine venezolano.
La presencia del cine venezolano en las salas de cine ha crecido en los últimos tiempos. A su juicio, ¿falta algo más por ver en la gran pantalla con relación a nuestra cinematografía?
Por supuesto que ha crecido, y seguirá creciendo a pesar de la actual crisis, lo que necesita es más espectadores en las salas. En la pantalla gigante nos falta algo, tenemos una deuda con los niños, tenemos que hacer cine dirigido especialmente a ellos, que no entren a una sala para ver lo de afuera porque no se sienten cómodos con lo que en la actualidad hacemos, me incluyo, pero ya estoy pensando al respecto.  
Menciona la necesidad de más espectadores en las salas para ver cine venezolano. Además de la existencia de producciones infantiles, ¿qué motivaciones cree usted hacen falta todavía para atraer más público a nuestra cinematografía?
Mejores guiones ¡indiscutiblemente!


Hacer cine no es fácil y más todavía en las regiones, sin embargo, usted realizó su primer largometraje en Sarare. ¿Qué dificultades enfrenta el cine regional en nuestro país?
La gran dificultad que tenemos para lograr cine regional es la falta de apoyo, cada región debería tener sus propias instituciones como el CNAC, Villa del Cine, que no nos pongan tantos obstáculos a la hora de presentar un proyecto. En mi caso para solventar la última semana de catering vendí con mucha pena el televisor de mi sala, mientras sabía que el estado financiaba un proyecto cinematográfico en el exterior. ¿Esto es justo que le pase al cine regional? ¡Por supuesto que no!  Ahora, no estoy en contra de que el estado financie o no proyectos fuera de este país, solo que me duele que en muchas regiones no puedan hacer cine por la falta de apoyo.  
Producir un largometraje requiere de mucho esfuerzo y recursos. Pero, ¿qué tan difícil es poder llevar una película a la gran pantalla?
No es tan difícil llevarla a la pantalla después que logras tener tu largometraje materializado. Está Amazonia Films que es una gran herramienta para los que no tenemos recursos para la distribución, en mi caso, Amazonia Films es quien se está encargando de la distribución y lo agradezco, pero "ojo", y vuelvo a lo anterior; lo más difícil es la producción, lo otro, la aceptación del espectador. 
Guerra de Vargas y Morillo,  ¿cómo surgió la idea de esta película y por qué desarrollar esta historia en el medio rural?
La idea de esta película tiene más de 30 años en mi cabeza, desde que oí una canción de Tino Carrasco, titulada La Guerra de los Vargas, desde ese entonces vi la pelea de las dos familias en mi imaginación. Escribiendo el guion, se me ocurrió agregar el romance para suavizar la historia, de esta manera la han descrito como una historia shakesperiana, cosa que no me molesta, todo lo contrario, es un alago la comparación.  
Ambientarla en el medio rural era necesario, porque no quería dejar de lado la idiosincrasia del larense, la historia habla de una oveja, de un camino real, pasos de quebradas, siembras, por lo tanto la historia no podía desarrollarse en otro ambiente. 


La producción de una película requiere de la participación de un buen número de profesionales en distintas áreas, ¿cómo fue el proceso de encontrar ese talento acá en Lara?
¡Buena pregunta! Para encontrar actores no costó mucho, aquí en Lara hay bastante talento, para la parte técnica si fue un desafío para mi, solo contaba con un amigo (Jonfran Ferrer) que fue el microfonista. No quiero entrar en el yoismo, pero es inevitable, en la producción hice cámara, foco, dirección, fotografía, chofer, electricista, edición, colorización, post audio 5.1, construí una grúa, y un dolly. Aparte de esto, solo contaba con mi esposa que fue mi asistente en todo, mi gran apoyo. 
Fuimos un equipo técnico muy pequeño, en el mejor de los casos éramos cinco, y en otros casos, era tan pequeño que en varias oportunidades el actor o actriz tuvo que sostener la claqueta, cantarla y luego tenía que darles varios segundos para que se concentraran y decir ¡acción! Necesite mucho apoyo técnico.  
¿Qué experiencia recoge una vez lograda la meta del primer largometraje y qué recomendaciones puede ofrecer a quienes están en ese camino?
Como mencione anteriormente, este sueño vivió en mi por 30 años, sin meter desde la pre-producción hasta la fecha de estreno son 2 años más, o sea, 32 años exactos. En ese lapso de tiempo, en un momento de mi vida en la adolescencia para ser preciso, pase por momentos muy difíciles, tan difíciles que cargué los zapatos rotos, pero a pesar de eso Guerra de Vargas y Morillo estuvo allí, presente, momentos difíciles en que me pude preguntar: cargo los zapatos rotos, ¿cómo puedo pensar en hacer una película? Sin embargo, jamás me hice esa pregunta, siempre supe que algún día haría Guerra de Vargas y Morillo, y aquí está, con fecha de estreno. Saquen la moraleja de los que les cuento, verán que con esfuerzo, constancia, perseverancia y ESPERANZA llegaran lejos.



Finalmente, ¿qué expectativas tiene con respecto a  «Guerra de Vargas y Morillo» y qué nuevo proyecto vendrá después?
Confió plenamente en esta historia, en este guion, en la aceptación del público. Guerra de Vargas y Morillo llegó para cambiar el cine independiente, para decir que si se puede hacer cine con muy poco dinero; para levantar el ánimo a los próximos héroes del cine independiente. Más adelante, pienso en una comedia, un cine más fresco; aunque no dejo de pensar en la deuda que tenemos con los niños.
Entrevista:
Guillermo Chávez
Imágenes cortesía de:
Sandro Sánchez