Un soñador de imágenes en movimiento


 

Sin duda, Amábilis Cordero fue un personaje que con pasión y tenacidad se atrevió a dirigir y producir películas en una época y en una población donde esto era impensable. Con motivo de un aniversario más de su nacimiento quiero reproducir un texto publicado en el periódico El Impulso en 1928: 

Cuando supimos que en Barquisimeto se iba a filmar una película, no le dimos importancia a aquello y supusimos que se trataba de alguna humorada. A poco lo leímos en un periódico y tampoco le dimos crédito a la noticia… En la prensa de algunos lugares del país leíamos entonces ciertas gacetillas en las cuales se demostró la sorpresa que causaba en algunos el que se filmara una película en Barquisimeto y la poca fe que ponían otros en tal empresa… Porque, si bien el hecho de filmar una película en un pueblo como el nuestro causa cierta tendencia marcada a imitar lo que nos viene de ultramar, es innegable que esta clase de imitación tiende a mejorar nuestra cultura por cuanto ella asimila al medio ambiente un procedimiento civilizador… Cordero ha hecho de la lente fotográfica algo parecido a lo que hiciera Moisés en el desierto de la estéril roca legendaria. Sin reflectores y sin ninguno de los elementos indispensables para ofrecer una película clara, el joven fotógrafo barquisimetano ha lindado, con lo poco bueno que hizo, en las fronteras del prodigio. (Pepe Piña, 1928, El Impulso 4-9-28)


Fuente: 
Panorama Histórico del Cine en Venezuela/Lara, la aventura solitaria 
Autor: 
Juan Arcadio Rodríguez

Moonwalker


 

Moonwalker. Productora: Ultimate Productions; distribuidora: Warner Bros.; directores: Jerry Kramer, Will Winton, Jim Blashfield, Colin Chilvers; productores: Frank DiLeo, Michael Jackson, Dennis Jones, Jerry Kramer, Will Winton; guion: Michael Jackson, David Newman; música: Michael Jackson, Bruce Broughton; intérpretes: Michael Jackson, Sean Lennon, Joe Pecsi y otros. País: Estados Unidos. Año: 1988. Género: musical. Duración: 92 min.

Moonwalker es el resultado de la imaginación sin límites de Michael Jackson, una película que está conformada por una colección de segmentos llenos de efectos especiales, acción y mucha música. Soy tan fan de Michael Jackson como cualquiera que tenga sus discos pero este filme es realmente atrapante, el contenido visual y auditivo que nos muestra la película es alto y no se trata solo de un sueño dentro de la cabeza de Michael sino el trabajo de varias manos, con segmentos que se pueden separar pero esta vez se ensamblan para mostrarnos la vida de un artista que marcó una época y tras varios años de su muerte sigue dando de qué hablar. 

La película también es un reflejo del ego de un artista que la suerte lo hizo ser diferente, con una infancia perdida y recuperada, problemas de salud, dinero y amor que no le quitaron mérito a Michael para ser un ícono de la música y más.

 
La película como explicamos tiene varios segmentos o cortos dirigidos por diferentes cineastas pero todos basados en una historia concebida por Michael. En esta obra, Michael funge como productor, coreógrafo, músico y por supuesto protagonista, sin embargo, el trabajo de dirigir que es complejo, Michael lo deja en manos de cineastas profesionales; cosa que no hizo Prince en su poco exitosa Graffiti Bridge donde escribe y dirige un filme sin tener experiencia como cineasta. 

Michael mezcla en Moonwalker una antología de diversos videos, algunos ya vistos y otros realizados para la película que luego obviamente se convirtieron en videoclips, entre ellos, segmentos de sus presentaciones con sus hermanos hasta Thriller y Billy Jean (se recuerda que para el momento del filme Michael había estrenado su tercer álbum ya como cantante solista definitivo y realizó algunas grabaciones, entre ellas, la canción que forma parte del soundtrack de la película Ben). 

Otra parte de Moonwalker es un corto llamado Smooth Criminal, una fantasía de acción plagada de efectos especiales donde Michael interpreta obviamente a un cantante que está pasando un día libre con sus pequeños amigos (incluido Sean Lennon hijo del mítico John Lennon) que accidentalmente terminan descubriendo la guarida de Mr Big quien al descubrirlos manda a sus tropas de asalto a atacar a Michael. Nuestro protagonista inexplicablemente se salva del atentado después que al menos una docena de soldados armados con ametralladoras especiales (parecidas a las que se vieron en Aliens, el regreso) dejan como colador una calle completa. Finalmente, Michael escapa y luego lo que parece una estrella fugaz hace que Michael se trasforme en un carro espacial y bueno… la aventura incluye un viaje en el tiempo donde Michael aparece en una especie de taberna de los años 30 donde cantará el tema que le da nombre al segmento. 

El despliegue de efectos especiales y música es impresionante y todavía no envejece, además, las coreografías son espectaculares. Hay un segmento a manera de videoclip llamado Speed Demon, que hace un poco de referencia al acoso que sufre Michael por los fans. Otro segmento es Leave Me Alone donde Michael va por una especie de caverna montado en un proyectil sin alas mientras que se van mostrando publicaciones sobre su vida personal como el hecho de que duerme en una cámara hiperbárica, que compró los huesos del hombre elefante, que tiene un altar donde venera a Elizabeth Taylor (aquí se puede ver a la actriz en segmentos de sus películas más famosas), pero, el más conmovedor segmento es precisamente el principio de la película con el tema Man in the Mirror donde habla de la paz mundial. También vemos segmentos donde aparece la Madre Teresa, Nelson Mandela, John Lennon y claro, siempre intercalados con escenas de sus conciertos y fans cayendo desmayadas. 

El filme no tiene pies ni cabeza, es un derroche de efectos especiales, un autorregalo que se da Michael Jackson a su inflado ego, sin embargo, para mí cumple con divertirme una y otra vez; por si no se recuerda bien, una de las misiones del cine. 

No sé si atreverme a indicar las similitudes o alusiones de este filme a lo hecho por el legendario grupo musical The Beatles, algunas muy obvias, otras que hay que ver mejor; lógico que después de los cuatro de Liverpool, Michael Jackson es otro fenómeno mediático muy similar. Sin embargo, voy a mencionar que entre las imágenes presentadas está la de John Lennon, miembro clave de los Beatles, y muy relacionado con el movimiento por la paz mundial. Por otro lado, el segmento Speed Demon nos recuerda a la película Hard Days Night la cual habla precisamente del acoso de los fans que se hace imposible de evitar. También está el hecho de que Sean Lennon protagoniza Smooth Criminal como uno de los amigos de Michael y para rematar Michael termina cantando Come Together, tema clásico de los Beatles perteneciente a su último álbum grabado Abbey Road (aunque se lanzó de penúltimo antes de Let it be, que es más bien un soundtrack de la película del mismo nombre). Como todos sabemos Michael Jackson compró el catálogo musical de los Beatles pero curiosamente solo tomó Come Together para su uso musical personal, después tuvo que revender el catálogo por problemas financieros. 

El último segmento donde van apareciendo los créditos finales (donde por supuesto el nombre de Michael aparece no menos de diez veces) vemos un grupo de hombres afroamericanos cantando lo que parece un blues de antaño, Michael recuerda así sus raíces negras dándole el final a su filme o como muchos llamaron un videoclip de larga duración.

Autor: 
LUIS STEELHEART 

Licenciado en Administración de Empresas. Ha participado en diferentes actividades de cine-foro principalmente en el Cine Club Charles Chaplin y en la Biblioteca Pública Pio Tamayo, además de realizar colaboraciones en diferentes actividades de cine en los lugares antes mencionados y otras instituciones como la Universidad Simón Rodríguez, el CIECA, la UPEL y el Liceo Lisandro Alvarado. Steelheart es un cinéfilo y coleccionista de artículos relacionados con el cine. 

Fuente/Autor:
Cine Fantasía
https://youtu.be/WkM0nfEAnvc

El cine de mi colección es escrito por Luis Steelheart. El blog de Iribarren publica este espacio como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, sin embargo, las opiniones emitidas en él son responsabilidad únicamente del autor.



GENTE DE CINE. Habla Luis Rodríguez

 
Luis Rodríguez, cineasta venezolano, comenta sobre su forma de abordar el trabajo con los actores. 
Fuente/Autor: 
HGRpro

Érase una vez unos muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo


Cada 28 de enero, año tras año, celebramos en Venezuela un aniversario más de nuestra cinematografía. Por muchos es conocido que ese día del año 1897 se presentaron públicamente las primeras imágenes en movimiento de contenido venezolano. Solo los títulos permiten aseverar que el material fue registrado en territorio nacional: Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo.


Ha pasado más de un siglo y el origen de nuestra cinematografía sigue siendo un tanto incierto. Tradicionalmente se le atribuye a Manuel Trujillo Durán la autoría de las primeras imágenes en movimientos venezolanas; sin embargo, no hay hasta ahora prueba fehaciente de este hecho como lo señala el escritor y poeta zuliano Alexis Fernández, autor de La Casa de la Bahía. Memorias de Manuel Trujillo Durán, en entrevista para la televisión regional (1) y como también lo afirma el investigador Jaime Sandoval en el documental producido para Vive TV Crónicas del Cine Venezolano de Belen Orsini. En ese sentido, es necesario señalar dos hechos importantes: 1) el Vitascopio, utilizado por Trujillo Durán inicialmente, era un aparato de proyección por lo que no pudo haberse registrado imágenes en movimiento con este equipo como lo señala investigadora Ambretta Marrosu en el libro Panorama Histórico del Cine en Venezuela 1896 - 1993 (2), siendo más probable su registro con un cinematógrafo de la Casa Lumière; y 2) Trujillo Durán no se encontraba para la fecha en Maracaibo porque había partido el 8 de enero de 1897 hacia el estado Tachira como lo refiere Lenyn Jaimes en su TEG El Teatro Garbiras como sede de la exhibición cinematográfica en San Cristóbal, Estado Táchira (1904-1920) (3) para luego seguir hacia Bucaramanga, Colombia, donde se presentó en el Teatro Peralta el 21 de agosto de 1897 como lo señala Angie Rico Agudelo en el libro Las travesías del cine y los espectáculos públicos (4) y reseñado por el periódico El Norte (Bucaramanga), el 27 de agosto de 1897(5)

Ahora bien, todo lo que antecede es una pequeña recopilación de información de distintos autores que presentan los hechos y aclaran dudas con relación al nacimiento de nuestra cinematografía. Sin embargo, es importante señalar que lo expuesto no le resta méritos a Manuel Trujillo Durán como pionero del cine nacional. Aunque no fue un realizador, su trabajo como exhibidor itinerante lo convierte en el primer difusor cinematográfico de Venezuela.

Es la difusión lo que le da sentido a la actividad cinematográfica. La posibilidad de que muchos espectadores puedan disfrutar de una obra audiovisual frente a una pantalla es lo que le otorgó la paternidad del cine mundial a los hermanos Lumière; y no a Edison ni a Louis Le Prince. Por lo tanto, podemos afirmar con certeza que Manuel Trujillo Durán es el padre del cine en Venezuela. 

Autor: 
Guillermo Chávez 

Enlaces a fuentes bibliográficas 

Imagen/Fuente: 
Wikimedia Commons
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Newspaper_clipping_announcing_the_showing_of_films_in_Maracaibo,_January_1897.png


Fuera de foco es escrito por Guillermo Chávez. El blog de Iribarren publica este espacio como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, sin embargo, las opiniones emitidas en él son responsabilidad únicamente del autor.

Aún por celebrar


«Nunca tanta gente ha visto tanto cine como ahora. Pero nunca tan poca gente fue al cine». 
 Manuel Martínez Carril

Al día del cine venezolano, Iribarren Films me ha pedido, en plena celebración, que escriba un artículo sobre nuestro cine y, puede ser que, de inmediato, el aspecto histórico nos envuelva inevitablemente, puesto que en las fechas especiales la memoria acude a argumentar los porqués de la celebración. Pero la celebración misma corre por cuenta de cada uno con sus correspondientes significados. Al menos yo tengo una imagen del disfrute del cine compartido en cineclub, en cinemateca. Tengo la secuencia de un Pancho Pérez repartiendo volantes en el boulevard universitario convocando a los estudiantes a la función del cine en la UCLA, luego una voz desde un megáfono invitando para la película en el Auditorio Ambrosio Oropeza de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado y finalmente el disfrute de tantas obras maestras, cuya comprensión, en algunos casos, pasaba por el tamiz de un buen foro al final. 

Bien vale recordar la derivación que tuvo esto en días posteriores, en la misma década de los años noventa, con el florecimiento de un movimiento de clubes en cada núcleo universitario y en diferentes programas académicos de la citada universidad cuyo resplandor, aunque menguado hoy, se desplaza meritoriamente hacia otros proyectos de extensión universitaria de la mano del mismo Pancho Pérez con gran impacto en comunidades educativas y vecinales. Este recuerdo respecto al cineclubismo me obliga a nombrar al Cineclub Aquiles Nazoa cuyo origen, también universitario, data de 1984 y hasta hoy, he visto a Libia Rodríguez, su fundadora, en un trabajo sostenido por mantener esta forma de difusión de obras cinematográficas que es también una fuente formativa. Tengo la imagen de Guillermo Chávez y su extraordinario apasionamiento que de manera arrolladora va conquistando adeptos para hacer realizaciones casi de la nada y que resulta al fin y al cabo una gran escuela en donde otros tantos somos asimilados o militantes. Cargo entre mis apreciaciones montones de festivales de cortometrajes impulsados desde diferentes iniciativas por Iribarren Films y por el Centro Integral de Estudios de Comunicación Audiovisual CIECA con Isabel Cristina Caroto al frente; este último con el reconocido Festival de Cine de Barquisimeto (hoy por hoy en receso). Observo entonces, a lo largo del tiempo, un sostenido empeño por darse una oportunidad para el encuentro y que es herencia de una época degustadora del cine de otras latitudes a través de las embajadas de un sinfín de países y las comunidades buscaban, en el evento de aproximarse a estas producciones, su manera de reconocer a otros pueblos: ciclo de cine indio; ciclo de cine árabe; ciclo de cine francés; ciclo de cine alemán; ciclo de cine argentino; ciclo de cine cubano y así, muchas horas de vuelo. Y a esta parte de la cosa fílmica va mi homenaje. 

Del cine, más allá de su génesis en nuestro país, quiero referir su desarrollo. En su evolución fue llevado de la mano de instituciones importantes para los usuarios, cinéfilos, como han sido las salas de la Cinemateca y los cineclubes; creo que sin esta forma de difusión mucho menos se habría logrado frente a una industria extranjera avasallante, junto a la ausencia de leyes y apoyo por parte de organismos gubernamentales que fue el pan nuestro de cada día en el pasado siglo XX. No obstante, es el cine un arte que por excelencia identifica este tramo de la historia en el cual se levantó toda una cultura con grandes obras cinematográficas, salas diseñadas y acondicionadas especialmente para su degustación, supo entonces institucionalizar a su paso otra forma de mercado muy «sui generis». Y es que, en cuanto a consumo, realizando un parangón del arte cinematográfico con otras expresiones artísticas, al decir de Manuel Martínez Carril, crítico de cine y periodista uruguayo, ciertamente las películas son ejemplares o copias de una obra original, exactamente igual que los libros contienen literatura y son reproducciones de lo que alguien escribió; igual con la música respecto a discos que constituyen copias de la ejecución de una partitura. Pero existió desde siempre una diferencia: un libro, un disco van hacia el usuario directamente; el lector, la melómana, disfrutarán teniendo en su poder una copia de este bien, llámese libro o disco. 

Pero, ¿cómo podría resolverlo en aquellos años cincuenta o sesenta aquel que, aficionado a las películas, no disponía de esta opción? En la primera mitad del siglo XX y más, para disfrutar de una película el cinéfilo corriente tendría dos alternativas en sala: el cine comercial, con su menú de copias de películas fundamentalmente hollywoodenses o mexicanas, o ir a una sala de la Cinemateca o al cineclub en donde sí podría tener acceso a la proyección de cine de arte por algún tiempo, porque, en esto también era grande la diferencia, las copias al cabo de un tiempo deberían ser devueltas a quienes ostentaban el derecho de difusión y que luego, como copias, podrían ser destruidas. 

En aquel tiempo, ningún particular, ningún museo, ninguna biblioteca pública podía conservar copias de los filmes y tampoco ninguna reproducción en video o similares ya que de esto trataba el contrato que sostenía la difusión de la obra fílmica. De alguna manera las cinematecas hicieron frente a ese holocausto cultural, desde su creación en Europa a finales de la década de los 30. En Venezuela, la Cinemateca Nacional fue creada como otras en nuestra América por la necesidad de poner orden donde no lo había, es decir, preservar todo filme que había escapado del incendio y del machetazo, o que hubiere caído en el abandono y posiblemente en el deterioro. 

Este movimiento de cinematecas, cuyo inicio se dio en la década de los 60, impulsó con este propósito, el que los países fueran rescatando y protegiendo sus propias producciones fílmicas y no como podría haberse creído en la primera mitad del siglo XX, que esta preservación iba a ocurrir por manos de particulares. El espíritu con el que fueron creadas las cinematecas entonces, puede hablarnos ciertamente de la memoria, pero también del conocimiento de este llamado séptimo arte y de su apreciación estética o técnica. 

La cinemateca, como institución cumple un rol patrimonial y educativo, no obstante la diversificación de las tecnologías, que comenzó con la «democratización» del video o su imposición y determinó en la década del 90, frente a la distribución de mucho producto mediocre, la difusión en espacios alternativos del cine de calidad. Hoy podemos disfrutar en mucho de lo producido en el pasado y lo que se viene produciendo en diferentes formatos, gracias a las páginas especializadas que circulan por innumerables portales de internet, solamente armándonos de buen criterio. 

En Barquisimeto, la red de cineclubes, con un maestro como Juan Arcadio Rodríguez al frente, hizo profilaxis desde décadas anteriores y se pudo soportar esa avalancha audiovisual, estableciendo una inequívoca atmósfera muy propicia para la participación de la comunidad y la obligatoria manifestación de pareceres, opiniones e impulsos para el trabajo creativo, es decir, la parte formativa como espectadores en cuanto a ser críticos o permisivos frente a la enajenante industria del video que, muy empoderada, pudo colar altas dosis de lo superficial o banal en tantas de sus producciones. 

A la fecha, la realización cinematográfica va encaminada cada vez más hacia el uso de tecnología electrónica, en donde existen programas para la edición de imágenes y sonido que son accesibles al común de la gente, cuando la digitalización es en sí misma una forma de preservación y los cineastas acuerdan renunciar a la proyección en salas de cine para hacer circular su material por las redes, nos siguen atacando las mismas dudas e incertidumbres porque el descubrimiento de la condición humana y su trascendencia no es competencia de ningún recurso industrial, ni artesanal, sino más bien de lo que nos sea revelado como grupo, como seres en constante interacción y evolución. 

En ese contexto el cine venezolano, va empujando hacia adelante, ya provisto de algunas regulaciones, de cierta institucionalización y respaldo con políticas (unas más acertadas que otras), reclama que tanto sus realizadores como su público hagamos el ejercicio constante que es recordar sus orígenes y en nuestro estado Lara considero dos íconos fundamentales: 
1) La imagen de Amábilis Cordero: cineasta, fotógrafo, pintor, poeta, músico, guionista y pionero del cine, es un ejemplo a seguir. 
2) La herencia recibida por Juan Luis Rodríguez Camacho que es incuantificable en su valor intelectual y cultural con un proyecto como el Cineclub Charles Chaplin gestado décadas atrás y ante el cual la comunidad tiene una deuda, por no haber sabido defender ese espacio; también tendrían mucho que explicar desde la «prestigiosa» institución donde funcionó hasta 2018 cuando dijeran sin escrúpulos: Bye, bye Jhohny!… Je ne sais pas, Charlot!… sin ningún argumento original o que valga la pena de ser narrado y sin la más mínima consideración de lo que puede considerarse como un patrimonio de la ciudad y del estado Lara. Hasta hoy se le ha exigido a ese colegio de profesionales la devolución de los equipos, sin ningún éxito. 

Es momento entonces, en que se nos convoca a recuperar espacios perdidos para alumbrar esa forma muy humana que es la de recrear tiempo-espacio donde encontrarnos para compartir una buena película, por ejemplo, que además nos remueva el alma y nos incite a la palabra, nos inspire a romper con las formas, nos lleve por caminos de ser por nosotros mismos. 

Es tiempo de insistir, ahora con más fuerza, habiéndose establecido en Barquisimeto la Licenciatura en Artes Audiovisuales, mención cinematografía, dentro de la Universidad Nacional Experimental de las Artes, en cuyas filas estaría el germen de una visión y propuesta alternativas para el cine venezolano desde donde se abra el debate para la inclusión de normativas que apunten a la verdadera democratización de los recursos del estado y se apunte a la inversión para el fortalecimiento de la cultura cinematográfica nacional que propenda al desarrollo de circuitos alternativos. También se puedan crear con su correspondiente regulación, fondos regionales que participen en la asignación de equipos y recursos de diferente índole que incluya el apoyo a la producción, la realización y la difusión. 

Otro aspecto pendiente: la definición de la figura del «difusor cinematográfico» y la definición de «espacio o sala alternativa» ya que si estas no aparecen en la ley y en el reglamento de cine nacional, seguirá siendo muy cuesta arriba el camino para quien quiera realizar cine independiente de exhibidoras extranjeras o del Estado venezolano, pues al no existir jurisprudencia al respecto no hay forma de que los interesados se muevan frente a la administración pública o privada con acierto hacia la elaboración de políticas que beneficien y dignifiquen su quehacer, mucho menos el que se establezca alguna plataforma que apuntale el desarrollo de la cultura cinematográfica en nuestro estado. 

Ese vacío legal que toca también a las exhibidoras privadas, por cuanto se les asigna, casi sin ninguna regulación, la tarea de exhibir lo producido en el país, multándolas con muy poca cosa si no lo hacen. Pero a las compañías les resulta mejor negocio pagar la multa al estado venezolano y recibir los cuantiosísimos ingresos que pagan las trasnacionales del cine mundial con tal de disponer en forma exclusiva de las salas… y todo arreglado.  
 
En el 2015 se lo hicieron al documentalista Carlos Azpúrua quien denuncio ante la prensa «que no estaban colocados los afiches, que la película no estaba programada en las carteleras electrónicas y que se informaba que las funciones estaban agotadas para no vender entradas». 

En 2013, el cineasta Luis Alberto Lamata denunció irregularidades en la proyección de Bolívar, el hombre de las dificultades llegando en algunos casos a la suspensión de las funciones. Pero esto se queda, lamentablemente, en la denuncia, y ¿saben por qué? Entre otras cosas, es porque no hay espacios alternativos para nuestro cine, el vacío legal trunca los caminos para generar nuestras propias exhibidoras, es decir, la difusión de lo hecho en Venezuela, mientras imposibilita también las sanciones ejemplares que merecerían quienes están llamados por ley a difundir nuestro cine y no lo hacen. 

Entonces el día del cine venezolano está aún por celebrarse; en la creación de una nueva ley de cine que integre estos puntos y otros tantos, que otorguen justicia al oficio cinematográfico y en ese empuje vayamos participando sin distingos en la realización de un proyecto de pasión que nos abarque como una sola fuerza en construcción constante, que sea como el devenir de la semilla que, siendo portadora de energías encontradas, en su lucha, tiene como resultado una nueva planta, cuya heroica fertilidad trasciende su propia hazaña para ir al mejor de los festivales: la vida. 

Autora: 
Francia Ortiz González

Docente en artes escénicas jubilada de la UCLA. 

La Mirada de HAL es un espacio de opinión sobre cine. El blog de Iribarren, como una contribución al desarrollo de la cultura cinematográfica, ofrece este medio para el planteamiento y la discusión de ideas con relación al séptimo arte. Sin embargo, las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad únicamente del autor.

¿Quién fue Manuel Trujillo Durán?



En el aniversario 118 de nuestro cine publicamos el programa Historia Viva en la edición que tiene como invitado al poeta y escritor Alexis Fernández autor de "La Casa de la Bahía", una biografía novelada de la vida de Manuel Trujillo Durán. Esta novela es el fruto de diez años de investigación y en el video Fernández habla sobre este personaje tan importante dentro de la historia del cine venezolano.
“Mi abuelo era entrépito de profesión, porque sin ser ingeniero construía, sin ser electricista, hacía conexiones eléctricas, no estudió, pero sabía de todo y hacía de todo. No lo llegué a conocer porque nací en 1941, pero es como si lo hubiera conocido. Mi papá, Ciro Trujillo, me hablaba mucho de él, y guardo muchas fotos, cartas, y conservo un doblador de papel, hecho de madera, que él utilizaba en su imprenta”, expresa Iraida Trujillo, nieta de Manuel Trujillo Durán, quien vive en el estado Vargas.
Fuente:
Historia Viva
Un alquimista en Maracaibo/Diario Panorama